Entre el vivir y el sobrevivir

domingo, 18 de abril de 2010

La visitante


Porque el dolor crece como una enredadera... germina en el corazón y nos va envolviendo hasta que se instala en nuestra mente.

Alguien dijo una vez que el único dolor capaz de mitigar el del alma, es el dolor físico consciente, el único que podemos controlar.

Hoy cuento la historia de una niña que aún vive en el cuerpo de una mujer...

ella es...

La Visitante


Ayer, mientras me encontraba en estado febril, llegó ella con su sonrisa melancólica y su mirada perdida, siempre parece que mira más allá...

Su historia es, como muchas, una sucesión de acontecimientos dolorosos en medio de temporadas más o menos tranquilas. Siempre sonríe cuando la pregunto en cual de esos momentos está, quizás porque en ella todo está regido por los primeros.

"Todo comenzó con mi nacimiento" insiste siempre. Porque fue una niña de esas que llegan sin esperarse ni desearse y se lo dejaron claro desde que tiene recuerdos. Creció sintiéndose culpable de la tristeza de su madre, de los problemas que le acarreaba... y cuando era aún muy pequeña ocurrió algo que no pudo superar hasta muchos años después, cuando la mujer en que se convirtió abrazó por primera vez y conscientemente, a la niña que fue dejando atrás.

Aquella noche en que fue violada, fue el principio de unos años de lucha, de llorar en silencio, de un dolor tan profundo que sólo podía controlar de una forma. Corría descalza entre zarzales, lugares pedregosos y hierbas altas... Cada herida, corte y ampolla que sentía, le calmaba ese grito interior que no podía (ni se permitía) sacar al exterior. Nadie sabía de su tristeza, ni de su angustia, porque la única vez que intentó comunicárselo a su madre, la reacción fue tan poco caritativa con ella que decidió no contar nada más.

Y así transcurrió un tiempo que recuerda como eterno, sin serlo. Era sólo una niña perdida entre miles de preguntas, sin mecanismos de defensa ante ese dolor que le destrozaba.

"¿Sabes? -me recuerda siempre- no estoy segura de que alguna vez aprendamos el arte de superar el dolor sin buscar un sustituto, otro dolor que anule al verdadero"

Ella nunca reconoce en público (salvo, y pocas veces, ante mí) que cree en el Angel de la Guarda. En aquel tiempo que os he relatado, cuando casi estaba a punto de perderse en su oscuridad, apareció en su vida un perro. El animal la cuidaba, la buscaba, la acompañaba y, por primera vez, conoció el amor incondicional. Él no le permitía correr descalza, lamía sus heridas con tal dedicación que consiguió que dejara el hábito de autolesionarse. Fue algo más de dos años en los que consiguió calmar el dolor. Cuando le separaron de él... todo regresó con tal fuerza que ya no pudo más. Pero, para entonces, ya había una persona que le escuchaba y le comprendía... y ya nada fue igual.

Ahora busca siempre alguien en quien confiar, a quien abrir su corazón, alguien que no pregunta, ni juzga ni da consejos... alguien que, simplemente, le demuestra que está ahí.

"El dolor es una pequeña muerte y el rincón oscuro al que nadie quiere visitar -me dice-, pero olvidamos que no es más que otra parte de la vida y que sin él, nunca sabríamos apreciar, en su medida, ese otro lado, la luz del amor y la felicidad"

Ayer vino a visitarme, y lloramos juntas.

Qué liberador resulta el llanto en compañía.

Un abrazo a la niña que nunca dejarás de tener en tu interior... recuérdale siempre que no está sola.

Elu




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que nunca llegamos a acostumbrarnos al dolor, es mas... si llegaramos a acostumbrarnos, nos hariamos inmunes a los demas sentimientos. Y desde luego ese no es tu caso, tu sientes y mucho, y ademas luchas por salir del dolor cuando aprieta demasiado.
Un abrazo para las dos y recuerda tu tambien... que no estas sola.

Un besito dulce

Elu dijo...

El dolor es lo que tiene, nos hace sentir la "soledad del doliente"...

Pero si eres capaz de olvidarte un segundo de él... entonces llega la consciencia de que la soledad no es un hecho.

Yo lo intento.

Besines, Sweet... ambas sabemos que no estamos solas.

♪Vida♪ dijo...

Elu acabo de leer tú relato y es inpresionante a la vez que muy real-
No se puede olvidar un segundo.

Elu dijo...

Sí, el dolor es lo que tiene...

Pero te aseguro que con tiempo y ganas, se consigue que la niebla desaparezca el tiempo suficiente como para ser capaz de ver algo más.

Gracias por estar ahí.