
Una se va haciendo a la idea de una vida solitaria, sin nadie que te llame desde la cocina para ver cómo seguir con el guisado, sin la lucha por el mando a distancia que acabe con un revolcón entre carcajadas. Una va aceptando que las circunstancias han estado en su contra y que los finales no acaban como en el cuento: después de las perdices llegan las despedidas.
Lo que no sé si me acostumbraré es a esta desposesión: apátrida, agnóstica, aséptica... y lo que es peor, a caer en el inodoro sin fuerzas para levantarme.
Que sí, que tengo fiebre y estoy para pocos trotes. Y que es en estos casos cuando me da por pensar que la vida se me escapa y nadie se da cuenta. Que cierro los ojos y pienso que la eutanasia debería legalizarse; que echo de menos aquella voz que me daba ánimos, mimos, cariños cuando, no hace tanto, me rompí el brazo. Entonces estaba triste, me sentía inútil... pero todo era diferente.
Hace un rato estaba tranquila en mi sofá, intentaba no pensar (lo prometo) pero como siempre la mente va por libre y cuando te quieres dar cuenta estás metida en laberintos de preguntas, dudas, decisiones, absurdos sueños de futuros posibles... Creo que andaba paseando por una playa de la mano de alguien (no quiero admitir quién era) cuando me he dado cuenta que sentía una urgencia abrumadora de visitar al Señor Roca. He debido levantarme demasiado rápido porque enseguida he sentido un ligero mareo. Dada la perentoriedad del asunto mi cuerpo no ha reaccionado como debiera y me he lanzado a una carrera vacilante por el estrecho y anguloso pasillo que ha terminado conmigo agarrada al lavabo mientras todo daba vueltas a mi alrededor.
Anda que no me he reído cuando, después de unos segundos, me encuentro sentada en el inodoro, con ambas tapas levantadas (no es habitual en mí dejarlas de esa manera, pero prometo que no recuerdo haberlas levantado)... Vamos, yo hundida en la inmundicia sin fuerzas y con un ataque histérico de risa.
Visto lo visto, he decidido atrincherarme por unos días en el sofá, con unas cuantas botellas de agua, los antibióticos, los mandos y teléfonos a mano... y si puedo, me inyectaré por vena Orfidal....
Pues eso, que estaré ausente lo que dure mi estado vírico, anodino, asquerosamente apático y terriblemente victimista. O se me pasa pronto o lo ignoro.
He dicho.
Elu
5 comentarios:
Unos días en camita y como nueva!
Eso sí, cuidado donde pones lo que pones cuando tengas que ponerlo..
Se me cuida...vale?????...
Ese "estado"..lo he sufrido yó anteriormente y es chungo mú chungo...asi qué...sofá y mantita...se lo dice la Dra Paquita ^_^
Quedamos a la espera...un abrazo muy fuerte Elu.....(bueno muy fuerte no!!! ) que tas malita..^_º
Estas mejor....???? se te echa de menos....Un abrazo y un beso.
y una cancioncilla
http://www.youtube.com/watch?v=p0sY1iE8-3Q&feature=related
Pues no, señor César, la cama me pone nerviosa, prefiero el sofá... Sigo atrincherada, aunque ya tengo ratitos lúcidos (dentro de mi locura...)
Y... en cuanto a lo de poner, pues ahora voy a gatas, así lo pongo dónde y cuando lo tengo que poner.
Saludos frescos.
Estoy dolorida, algo menos febril y, sobre todo, aburrida de sentirme de capa caída.
Hoy he amanecido con ganas de chinchar... igual es buena señal ¿no?
Gracias, Vida... besos en la distancia (por eso de que no quiero contagiar)
Publicar un comentario