Entre el vivir y el sobrevivir

viernes, 4 de junio de 2010

Tras la cortina (III)





Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Pablo Neruda


Avanzaba la noche con paso lento y cansado. El sonido monótono del limpiaparabrisas, la lluvia insistente que les salía al encuentro... y Anna que dormía a su lado ajena a la tristeza que le embargaba...

Volvían de un viaje que se debían, después de todo lo soportado durante más de cinco años.

Era noche cerrada, llovía, y no pudo esquivar al camión que se les vino encima.


*


Miquel era hijo único en una familia de clase alta. Se hizo cargo de la empresa con tan sólo veinticinco años tras la muerte inesperada de su padre. Su madre quedó destrozada por la pérdida y desarrolló una entrega obsesiva con su hijo, hasta tal punto que controlaba cada uno de sus movimientos, cada amistad, cada pequeño malestar y el más mínimo cambio de expresión.

Después de los tres primeros años de angustias, quebraderos de cabeza y preocupación por la marcha del negocio, llegó el momento de calma. Todo marchaba bien y la vida volvía a presentarse con toda la gama de colores, no sólo el gris y azul del emblema de la fábrica.

Conoció a Anna en una comida de empresa, ella trabajaba de camarera en el restaurante al que fueron, así se pagaba sus estudios de empresariales. Podría decirse que fue amor a primera vista, si eso realmente existiera; ellos siempre lo consideraron así aunque él le recordara, a veces y con inmensa ternura, el tiempo que habían perdido mientras ella dejaba de lado su desconfianza, sus dudas, su miedo a no ser aceptada por la alta sociedad.

Y algo de eso hubo.

- Que te quede claro algo, muchachita. Nunca ¿me has entendido bien? ¡Nunca dejaré de estar contra ti! Eres una interesada que ha ido tras el dinero de mi hijo. Él está encandilado contigo, lo sé, es incapaz de ver más allá de la tontería que siempre hay al principio. Pero sé que algún día se dará cuenta... Mientras tanto, nada de familiaridades conmigo. Soy y seré siempre para ti la Señora Asunción. Y ahora ve y cuéntaselo a mi hijo, ponle en mi contra, no espero menos de ti.

A sus veinte años recién cumplidos, y una vida dedicada al estudio y el trabajo requerido para poder pagarlo, Anna era una muchacha más bien tímida. Educada por una familia de clase baja, le inculcaron la idea de diferencia de clases, de la inconveniencia de mezclarse con clases superiores que sólo traería problemas y un final, a todas luces, desfavorable para ella. Así que la conversación que mantuvo esa tarde con la madre de Miquel, la tomó como algo inevitable en el transcurso de lo que ella tendía a pensar sería su futuro: rechazo y, lo más probable, un final trágico para su historia de amor.

Nunca le contó nada a Miquel; los desplantes y exabruptos de su madre quedaban para los pocos momentos que tenían a solas... por su propio bien Anna se las ingeniaba para que fuera así.

Se casaron a los dos años y un año después nació Joan.

- Has tenido suerte, el niño se parece a su padre. No he cambiado de idea respecto a ti, pero el pequeño es mi nieto, y él no pagará tus culpas -de este modo la recibió en casa su suegra.

Anna consiguió convencer a su marido para que compraran una casa en un pueblo de la montaña, no tan lejos de la ciudad como para que fuera un inconveniente en su vida cotidiana, y lo suficiente como para lograr un distanciamiento con Asunción. A partir de entonces Miquel comenzó a descubrir el grado de rechazo de su madre por Anna. La situación llegó a ser insostenible cuando la señora decidió comprarse una casa en el mismo pueblo (odiando como odiaba todo lo que no era la ciudad, sus comodidades y, sobre todo, el lujo de su clase...)

Cada día que pasaba veía a Anna más triste. Sentía que ella lo intentaba con todas sus fuerzas, pero el carácter autoritario de su madre no ayudaba nada, por más que él habló con ella, por más que le dejó claro que no le hiciera elegir... nada cambiaba.

Así llegó el momento, cuando Joan tenía tres años, en que decidió hacer un viaje con su mujer para alejarla del entorno y decidir qué rumbo iban a tomar.

El viaje duró dos semanas en las que no faltaba un día en que Asunción les llamara con alguna excusa, casi siempre inverosímil o, como poco, irritante. Así que un día, Miquel decidió ponerle en antecedentes sobre la decisión que habían tomado: o se iba ella o serían ellos los que cambiarían de residencia.

Volvían del viaje una noche lluviosa, con un peluche en el maletero, un perro, para Joan. El niño manifestaba de todas las maneras posibles su deseo de tener uno como mascota, ese sería el sustituto hasta que se establecieran en su nueva casa, o se quedaran, definitivamente, en la que tenían.

Era noche cerrada, llovía y no pudo esquivar el camión que les venía encima...


**


Después del accidente, Asunción fue perdiendo poco a poco su status. Demasiado mayor y poco capaz para el negocio tuvo que venderlo a una multinacional por mucho menos dinero del que hubiera imaginado. Su idea inicial era volverse con el niño a la ciudad, sin embargo, se dio cuenta que ya no podría mantener el ritmo que le exigiría su antigua vida y allí, en aquel "lugar olvidado de Dios" podría controlar mejor a su nieto.

A su nieto y a la persona que viviría aislada e inexistente para el resto en la vieja casa amarilla.

No tuvo en cuenta que existía alguien a quien no había podido engañar, alguien que no permitió que jamás se acercara a la casa "o lo contaré todo".

Y un día, Rosa encontró a Pipo, el peluche que los padres de Joan le traían de su último viaje. No recordaba su intención inicial, pero sí que, una vez lo tuvo en sus manos, pensó que al niño se le olvidaría pronto la pérdida, era aún tan pequeño... Sin embargo, el peluche podría serlo todo para esa persona que se ocultaba tras la cortina, alguien que había perdido la esperanza y las pocas ganas de vivir que le quedaban se reducían al pequeño rectángulo de una ventana desde la que veía pasar, a ratos, a un niño de ojos pequeños y de un intenso color azul... como los suyos.

Elu

2 comentarios:

César dijo...

Tengo que volver a leerlo. Hay historias mezcladas, recuerdos fantasmales, miradas vigilantes que recetan una segunda lectura..

Muy bueno..

Elu dijo...

Espera que vuelva y ponga el final...
... estoy apática, ojerosa, cansada y más que mejor no digo: necesito unos días de vacaciones.

Por cierto, veo que me haces caso siempre a medias, y eso que te lo puse por pasos. Ya sabía yo que lo mío no es llegar a un entendimiento con el género masculino...

En fin, pues eso... hasta pronto.