Entre el vivir y el sobrevivir

jueves, 10 de junio de 2010

Tras la cortina (Fin)




No sabía qué hacer, ni que decir. Levantó la vista hacia el cielo plomizo de Noviembre y sintió las primeras gotas de una lluvia incipiente.

- Joan... debemos irnos, está empezando a llover.

Miquel intentaba levantar a su amigo que seguía arrodillado en el suelo abrazado a su peluche. Oyó unos pasos apresurados que le llegaban desde atrás y supo que ya era demasiado tarde, su madre les había pillado.

- ¿Qué demonios hacéis aquí? Venga, vamonos ahora mismo - Rosa no se había percatado aún de toda la escena.

- Sí, mamá... intento que Joan se levante...

La vieja puerta de la casa amarilla se abrió sin que nadie lo esperara dando paso al lento y dificultoso avance de una silla de ruedas.

- Joan...

Una suave voz llamaba al niño, y tres pares de ojos se clavaron en la persona que sonreía con la mirada fija en el niño que no soltó, ni en aquel instante, a su perro de peluche.

*

- Uno, dos, tres...

Rosa contaba por enésima vez las baldosas desgastadas que abarcaban su campo de visión. Llevaba horas esperando, sentada en aquella incómoda silla de hospital.

Después del accidente de sus amigos nada parecía tener lógica. La señora Asunción se había encerrado en casa con su nieto y se negaba a todo lo relacionado con el hospital.

- Vieja testaruda -se decía Rosa- algún día tendrá que aceptar lo que ha pasado. Ni siquiera ha ido al entierro...

Aparcó sus pensamientos al ver acercarse al médico.

- Dígame, doctor.

Supo entonces que la situación era complicada, en estado de coma, con respiración asistida y la columna destrozada, no había muchas esperanzas de vida.

Durante meses visitó la misma habitación. Los progresos fueron lentos y las secuelas del coma fueron, principalmente, amnesia y pérdida de coordinación. El futuro era incierto, pero le dieron esperanzas "Recordará poco a poco, aunque no volverá a caminar"

Por más que intentó convencer a la señora Asunción no logró nada de ella. Su marido fue el único que le ayudó a resolver los trámites legales, pero Joan era demasiado pequeño para involucrarle en una lucha que no tenía sentido: en las condiciones en que había quedado, al menos de momento, no habría forma de conseguir su custodia. Así que, con dificultad y después de discusiones nocturnas interminables con Albert, decidieron acondicionar la antigua panadería, propiedad de su familia.

- Está vieja, ya lo sé, pero lo importante es que podamos arreglarla para que resulte lo más confortable posible y, sobre todo, facilite la movilidad. No olvidemos que algún día podrá levantarse y la silla de ruedas es un problema -le convenció Albert.

Pasaron años hasta que recobró totalmente la memoria. De la desesperación por la pérdida de su cónyuge al descubrimiento del abandono de Asunción, no dejaba de pensar si podría defenderse y cuidar de un niño. ¿Cómo podría contarle lo que había pasado? Cayó en una profunda depresión en la que nada ni nadie le importaba, sólo quería dejar de sufrir...

Y un día Rosa llegó con Pipo en sus brazos. Lloró como nunca antes lo había hecho, abrazando al peluche que aún guardaba el olor a su hijo... y con cada lágrima derramada iba ganando un ápice de energía y la certeza de que, algún día, volvería a tener a Joan entre sus brazos.

Rosa mantenía al corriente de la situación a la señora Asunción, no porque ella pusiera interés, más bien para irla preparando para lo que era natural.

- Ha intentado mantener el secreto, Asunción, pero ha de reconocer que Joan tiene que saberlo. En cuanto esté mejor y se sienta con fuerzas para afrontarlo, todo saldrá a la luz. No tiene por qué perder a su nieto, píenselo bien...

- ¡No podrá cuidarlo! Joan es mi nieto y si tengo que ir a juicio lo haré, no se lo llevará de mi lado ¡eso jamás!

- No se empecine tanto -Rosa siempre procuraba mantener la calma, pero con esa señora era casi imposible- sabe que no ganaría nada sobre todo teniendo en cuenta que hay dinero suficiente para que contrate a alguien que ayude, además, siempre nos tendrá a nosotros. ¿Quiere, acaso, que sea su nieto quien decida?

Así era siempre. Volvía a la casa amarilla intentando no demostrar la exasperación e impotencia que la vieja le producía y la recibían aquellos ojos azules y tristes que, por un momento, guardaban una pequeña luz de esperanza... y siempre se apagaba en cuanto se cruzaban con los suyos.

Así fue siempre hasta cinco meses atrás. Se acercaba el cumpleaños de Joan.

- Va a cumplir nueve años, Rosa, esto tiene que acabar. Estoy en mi derecho y él debe saber que vivo...

Aquella noche Rosa habló con su marido y, por primera vez hace mucho tiempo, estuvieron de acuerdo en que había llegado el momento.

**

Joan guardaba una foto de sus padres escondida en su mesilla de noche entre las páginas del cuento o novela de turno. Lo hizo así desde el día que se dio cuenta que su abuela intentaba deshacerse de cualquier recuerdo de ellos.

- Pobre -pensaba siempre- le duele tanto su muerte que no se da cuenta que yo no quiero olvidarles. Si no tuviera su foto ya hace mucho que no recordaría sus caras.

Por eso, cuando oyó que una voz desconocida le llamaba levantó la vista y descubrió que ese rostro le era familiar. Entre las lágrimas que aún no habían cesado y la lluvia que comenzaba a empaparle la cara... se encontró con aquellos ojos azules que lo miraban con inmensa ternura a la espera de que él reaccionara.

- Yaya... mis ojos son iguales.

- Sí, pero en el resto eres clavadito a tu padre.

Joan dejó caer a Pipo inconscientemente, sorprendido pensó, por un momento, que la persona que tenía delante no era real. Se acercó algo vacilante mientras observaba la silla de ruedas y los brazos que se iban abriendo, aquellos que, a menudo, había soñado volver a encontrar en el abrazo que tanto añoraba y necesitaba.

- Mamá...

- Sí, Joan, soy yo... Ven...

La lluvia les concedió una tregua...

... y la vida una nueva oportunidad.

Elu


Partes anteriores


Tras la cortina (I)

Tras la cortina (II)

Tras la cortina (III)

4 comentarios:

César dijo...

Intenso y penetrante el relato, atmósfera densa. Muy bueno.

Elu dijo...

Gracias Cesar, teniendo en cuenta que me estoy planteando mi permanencia en la red, no estaría mal dejarlo como colofón...

Este relato tiene su historia, lo comencé a escribir en un pueblo de montaña, en Catalunya... Pasaron muchas cosas desde ese primer día que vi a un niño solitario junto a una vieja casa (mientras me fumaba fuera de la tienda un cigarrillo como excusa para un descanso merecido) y la primera parte quedó, junto al boceto, en papeles agregados a un cuaderno de espiral. Pero siempre estuvo en mi mente... Qué cosas...

Saluditos

♪Vida♪ dijo...

Te leo el domingo ..Elu ..los "findes" son estreasantes para mi....pero estar , estoi , conste en acta ...besos y abrazossssssssss

Elu dijo...

Gracias, Vida... Tú despacito y sin estrés... que es muy malo.

Besines.