Entre el vivir y el sobrevivir

lunes, 31 de mayo de 2010

La culpable




Algo se muere en el alma cuando un amigo se va...

Sé que ella será la partícipe de nuestra separación. Por más que he intentado evitarlo poniendo todo de mi parte es ya casi un hecho consumado: mañana te diré adiós.

No puedo olvidar tu ayuda en innumerables ocasiones, siempre a mi lado, formando parte de mí. Pero algo he debido hacer mal, seguro... y, claro, no puedo evitar pensar si es ella o soy yo la culpable de la despedida.

Pasa el tiempo y todo se deteriora, ¿cómo podría ser diferente en nuestro caso? Llevo todo el día pensando cuál pudo ser mi error, aunque sepa que ya nada puedo hacer, aunque sienta el dolor y el cansancio. Me he tenido que atiborrar de pastillas en previsión de lo que me espera y tengo la mente un tanto torpe y el cuerpo machacado.

Un pañuelo de silencio a la hora de partir...

Tú te irás con sangre fresca, entre sus manos, y yo me quedaré con el pañuelo, el sudor y las lágrimas. Después... no sé que será de mí, ni de ti: el tiempo pone todo en su lugar, dicen, espero que acierten y no te eche tanto de menos como ahora mismo vaticino.

O quizás no, últimamente sólo me dabas quebraderos de cabeza, dolor, rabia, impotencia... así es que no sé, igual es lo mejor, para mí seguro. Te has pasado mucho, reconócelo, con lo que te mimaba, te cuidaba, te quería, no me has dado más que sinsabores...

¡Qué coño de pañuelo! Mañana cantaré el aleluya en cuanto te arranquen de mi lado. Que sí, que estaré dolorida, que seguro que en unos días ni como... pero no veas qué liberación. ¡Por fin libre de ti!

El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar...

¡Ja! ¿Cómo que pequeño? Espero que se haga minúsculo de manera exponencial y que, cuanto antes, no me quede más que la inevitable huella de tu paso por mi vida. De cualquier modo me plantearé buscar una sustitución, esta vez elegiré con cuidado, no sea que me salga el tiro por la culata.

Por la culata no sé, pero que esta vez no pienso pagar un duro está claro...

... mañana, por fin, me sacan la asquerosa muela culpable de mi malestar en los últimos días.

¡Soy feliz! (Y estoy acojoná... espero que ella, la dentista, se porte bien)

Elu

El peso de las sombras




Hay días que amanecen con peso en el alma...

Nunca estamos conformes con lo que tenemos, ni con lo que nos entregan. Si no te llaman o dan señales, estás triste, o preocupada, o enfadada... y si lo hacen te parece que cuelgan demasiado deprisa, que se escaquean en el momento que muestras más intimidad... Y, claro, luego tienes pesadillas en las que el teléfono te ahoga mientras le ves con otra en múltiples situaciones.

Hay noches en las que los fantasmas del pasado se presentan en fila de a dos y eres incapaz de exorcizar.

Y así, con el cansancio de un descanso que no ha llegado, te levantas con el corazón en un puño, que decía mi madre, los ojos que no quieren abrirse, porque no quieren ver la realidad.

Hay días, como el de hoy, que hubiera sido mejor tachar del calendario.

Elu


domingo, 30 de mayo de 2010

A otra cosa, mariposón



Siempre he sido contraria a la moderación de comentarios. El simple hecho de estar escribiendo esto me fastidia, más que nada porque soy consciente de que es una justificación.

Ya, sé que muchos de vosotros me díriais que no es necesario, pero es que yo sí lo necesito.

No hace mucho, comentaba en cierto blog que me negaba a mí misma el derecho a moderar. Y así es. Desde ayer ha habido unas cuantas personas que me han indicado que sería conveniente que lo hiciera, más que nada para evitar estar todos los días con tonterías como las que ha habido.

Que critiquen detalles de un blog, la forma de escribir, lo que se dice es una cosa, pero que encima salga la víbora de turno intentando crear una nube de humo con la intención que sea (ni siquiera me voy a molestar en aclararlo) ya pasa de castaño oscuro.

Estoy enfadada, sí, y no por los comentarios o las puñaladas que ha intentado asestar el mitómano de turno, sino porque ha conseguido lo que siempre me negué. ¡Y eso me jode un montón!

Pero como para muestra me sirve un botón y no me apetece que salgan en manada los bichos posibles (la calaña) voy a moderar mensajes. No quiero que nadie se sienta incómodo.

A ti, que tienes la valentía de decir sandeces amparado en un nick que no me dice nada, te diré que eres tan ruin que se me dispara la imaginación y no puedo sino desear pisarte la cabeza como lo que eres: la víbora que siempre me siguió.

Antes me ha dicho alguien:

- Que le folle un pez.

- Sí, he contestado yo, pero que tenga espinas.

Se me ocurre un siluriforme, o un gran pez espada. ¡Qué gustirrinín!

Bromas aparte, lo que no permitiré es que nada de lo que digas, querido Iker, vuelva a afectar el ritmo de mi blog, un lugar sin pretensiones con el único interés de escribir para ciertas personas que, por lo que veo, van aumentando poco a poco.

En cuanto a ti, espero que tu veneno no te haga más pupita, que ya tienes lo tuyo.

Y dicho esto:

A otra cosa... mariposón.

Elu

sábado, 29 de mayo de 2010

El lunes secretaria nueva




Evoco aquellas noches furtivas en las que, mintiendo a mi mujer, no volvía a casa a dormir. A ella no la quería y "la otra" me hacía vivir, por algunas horas, pequeños retazos de lo que podría haber sido la felicidad, en retales de otra vida posible, dosis donde se mezclaban lo prohibido y lo placentero… lo mejor a obtener. Hice una elección en su día y soy consciente del precio que pagué por el error. Tomé el camino más fácil, como siempre, como todo lo que he hecho en mi vida. La senda menos arriesgada, porque siempre he sido cobarde y enemigo de las emociones magnificadas en un sentido o en el otro. Recuerdo que en mi adolescencia, tendría yo como quince años, mi padre me dijo hablándome con un tono diferente al que había utilizado antes conmigo:

- Chaval, se te está acabando el tiempo de las bromas, ahora te empieza la vida.

Ese mismo día me regaló la corbata que me puse el domingo siguiente para ir a comer a casa de mis tíos. A partir de ese momento me convertí en la recreación del aburrimiento y la mediocridad que he sido para los restos.

*

Era diferente y descarada. Me gustó desde su primera palabra y le propuse salir juntos “como novios”, como se hacía entonces. Tendríamos una relación formal con todas sus consecuencias. Lo hice porque sabía que me iba a decir que no, porque, en el fondo, temía a esa mujer. A veces pensaba que era como el tabaco, que me podía gustar mucho al principio, luego llegar a habituarme a ella, pero que, al final, me haría pagar de alguna manera, y con algún desastre, su consumo prolongado. Además, y esa era en realidad la razón principal, a mi familia no le gustaba por una razón de peso: tenía fama de ser, lo que se llamaba entonces, una persona excesivamente liberal, "demasiado moderna", que decían ellos.

Me casé con una mujer muy recta. Ella pensaba que estaba de acuerdo con los tiempos y decía que en una casa las decisiones debían ser todas compartidas. Así empezó a dirigirme poco a poco, a anularme a mí que, con mi carácter ya débil, venía de una familia donde los hijos éramos como alumnos de una escuela con normas rígidas. Antes sólo me podía dirigir a mi padre pidiéndole permiso para hablar, era inconcebible iniciar una conversación sin decirle “¿Padre, le puedo decir una cosa?”, para que él te mirara de arriba abajo con una descalificación previa estampada en los ojos y te diera el visto bueno. Ahora ella me concedía permisos tácitos en los que yo intentaba (infructuosamente) convencerla sin que hubiera en su rostro ninguna expresión reprobatoria. Bueno… en realidad sería más correcto decir que no había expresión alguna en su faz, salvo esa frialdad que la acompañaba siempre en esos (y otros) momentos.

Mi matrimonio era una rutina propia de una planificación, de un ministerio. Ella era funcionaria. Mis tareas eran pasar el aspirador los sábados, pasear al perro cada día, el mantenimiento del piso, y trabajar, claro está. Para ella el sexo era muy importante en una pareja, se había preocupado de ponerse al corriente con profusa literatura y parecía un manual. Habría sido una digna guionista de pornografía sofisticada si se lo hubiera propuesto, pero la ternura no la conocía.

Desde mi boda había flirteado dos veces, en el trabajo, con secretarías mucho más jóvenes que yo. Siendo el segundo de a bordo en una empresa mediana, eso era sencillo. Las deslumbraba con el dinero, las llevaba a cenar a mi ruta particular de los cuatro o cinco restaurantes más caros de la provincia, les hacía regalos caros… a la segunda incluso le llegué a pagar un apartamento durante casi un año. Me enamoraba muy fácilmente, lo hacía de todas las mujeres presentables de mi entorno cercano. Las amaba unos días, unas semanas o como máximo unos meses. Les prometía todo, sin mentir, porque sinceramente pensaba en dárselo, hasta que llegaba el momento en que el miedo a perder lo establecido, imaginándome la sucesión de quebraderos de cabeza y de inconvenientes que me implicaría el abandonar a mi digna esposa, me paralizaba. La imagen de mis padres, de mis vecinos, de mi hijo, de los amigos señalándome con el estigma de la culpa, me asustaba, rompía con todo y, durante un tiempo, me encerraba en casa sin hablar con nadie, sólo con mi perro en mis largos paseos nocturnos.

No quería a mi mujer ni a mi hijo, como no había querido ni a mis padres ni a mis hermanos. Me sentía bien por mi posición social y para recrearme me entretenía pensando en amigos míos de mi edad, o de mi promoción en la universidad, que no habían alcanzado mi estatus ni de lejos. Pero sentía asco de mí mismo por no haber sido nunca valiente. Me sentía menos hombre que los demás, como cuando en alguna situación violenta, siendo yo un niño, temía siempre que los otros chavales me pegaran. Temía el dolor físico como el disturbio de lo cotidiano, pero al mismo tiempo, para completar mi repugnante retrato, mentía y, a escondidas, buscaba bosquejos de satisfacciones que “legalmente” no me estaban permitidas.

**

Y un día me reencontré con “la otra”.

Hacía años que se había separado y ahora volvía a estar sola. Con ella desplegué todo mi arsenal habitual, el que había aprendido con el tiempo. No fui tan vulgar como para vender, de puertas afuera, la historia de mi matrimonio fracasado y sus consecuencias fatales en mí, eso no lo haría ni con ella ni con nadie. Al contrario, me construí una personalidad casi feminoide, donde vivía abrumado por una mujer viciosa del sexo y de valores materiales. No tuve otra opción que enterrar mi sensibilidad durante los años de esa convivencia, y ahora, “al reencontrarte, he visto en tu ser un espejo donde reflejar mi alma”

Era guapa aún, pero había dejado de ser ingenua. Le insinué, con mi mejor piel de cordero, la posibilidad de mejorar su vida (ella siempre andaba mal de dinero) con la intención de repetir una jugada anterior y ponerle un piso. Mientras hacía mis tareas diarias, cada vez más mecánicas para mí, había repasado mil veces todo el plan. Para nuestro antiguo aniversario de adolescentes le iba a regalar un coche de segunda mano, y con eso, después de una cena de las de doscientos euros, me la iba a llevar por primera vez a pasar la noche conmigo a un hotel de la costa.

Quedé con ella en la cafetería de siempre, la de muy lejos de mi casa, con el coche aparcado a dos manzanas y con las llaves en el bolsillo. Llegó sonriente y feliz. Después de darme los besos de rigor… en las mejillas, empezó a contarme que se iba al sur, para quedarse.

Meses antes, durante la campaña electoral, ella había trabajado en el chiringuito de uno de los partidos de izquierdas. Allí había conocido a un profesional de la política, idealista, atrevido y alegre, como ella. Sin pensar en las puñaladas que me asestaba con sus palabras, a borbotones, me contaba maravillas del hombre, de lo consecuente que era con sus ideas, de su desprecio al dinero que podría ganar con otro tipo de vida (era publicista) a cambio de haber actuado durante toda su vida en consonancia con su conciencia y sin temor ni a los demás ni al fracaso.

- Es tan diferente a ti....

Se la escapó sin darse cuenta, y vio de golpe en mis ojos la herida que me había inferido con esa frase.

Me pasaron mil cosas por la cabeza. Pensaba una y otra vez que era un nuevo error para la lista de mi vida, pero no se me ocurrió nada mejor que decir.

- Pues yo te había comprado un coche, el tuyo lo tienes en la calle hace tres meses porque no puedes pagar la reparación, además no valía la pena...

- Tonto de mí -pensé- esta tía se larga y le estoy regalando tres mil euros de los que no voy a sacar ni medio polvo.

Inmediatamente mi mecanismo interno de jesuita me reprobó el devaneo y puse una sonrisa helada cuando oí:

- ¡Que bien, me irá de puta madre, no teníamos coche, él ni tiene carnet de conducir¡

Intenté todo tipo de maniobras ocultas y de golpes bajos para que se lo repensara los últimos días en que la pude ver antes de su marcha, pero sin ningún resultado. Regalos, cenas, salidas, declaraciones solemnes de haber visto en ella, al fin, la luz de mi vida... sólo consiguieron arrancar alguna sonrisa, sólo eso.

***

La llamo cada día, mientras paseo al perro, con el móvil de la empresa para que mi mujer no pueda nunca ver el número (en su día llegó a sospechar por comentarios de algún vecino), pero sólo en alguna contada ocasión me responde. Se que ahora es feliz pero yo no quiero que eso suceda: quiero que vuelva, aunque ella siempre haya odiado este lugar y a la gente de aquí. No la quiero y me da igual que sufra pero la necesito cerca para tener lo que, con todo mi dinero, no puedo comprar.

Eso sí, mañana es nuestro aniversario de no haber sido nunca novios y le volveré a enviar los mismos mil euros que le di el año pasado para sus compras. Quizá, si hay suerte, los reciba en algún momento de duda o de soledad por los múltiples viajes de su compañero y consiga hacerla titubear, vacilar, pensar en lo que podría hacer ella con mucho dinero, aunque unas horas a la semana tuviera que soportar mi decadente y aburrida compañía.

¡Más difícil es que te toque la lotería y siempre juego!

Pero, el lunes, tengo diez entrevistas para elegir mi nueva secretaria de dirección y esa apuesta sí que la tengo ganada de antemano.

La ventaja de apostar sólo a acertar el reintegro es que tienes muchas más posibilidades.

Elu

viernes, 28 de mayo de 2010

De una amargada a "un" sincero



Esto de la sinceridad es la releche...

Para los que no suelen leer los comentarios (no sabéis lo que os podéis perder...) os comunico que Iker me ha dejado su impresión sobre mi persona y mi calidad como escritora.

Iker dijo...
A mí Elu francamente me parece una mujer amargada y engreida: la calidad de lo que escribe es muy mediocre, aunque supongo que podrá mejorar con el tiempo.
Agur.
IKER

Por supuesto le he contestado agradeciéndole su sinceridad... Admiro mucho esa característica en una persona, y si ya la subimos de grado a la franqueza, como poco, me desarma y me da por pensar "Por fin alguien a quien merece la pena "atender""

Por eso le dedico un mensaje que será muy mediocre pero, querido Iker, es lo que hay...

La asertividad, como comportamiento comunicacional, es el ideal que muy pocos alcanzan. En ese sentido me congratulo de haber contado contigo en el blog. Además, para qué vamos a andarnos con rodeos: soy una amargada que escribe fatal.

Lo que no tengo yo muy claro es lo de "engreída", ya ves... pero bueno, una se expone públicamente a riesgo de que los demás la vean de diferentes maneras: en la diversidad está el gusto. Esta noche creo que no dormiré pensando en que alguien pueda verme de ese modo, ¡con lo que me fastidian a mí "las creídas"!

A mí lo que me pasa ahora es que me pregunto algunas cosillas...

Querido Iker... debes tener mucho tiempo libre para perderlo con una mujer como yo, sobre todo teniendo en cuenta lo mediocre que soy. Y digo eso porque llevas unos cuantos días leyéndome, o no estoy yo segura si lo que sigues son más las contestaciones. Que sí, que ya sé que para gustos se hicieron los colores, pero... querido, ¿no crees que sería mejor que buscaras a alguien brillante?

Ah ya, que lo que pasa es que estabas comprobando si iba mejorando con el tiempo... Pues no, Iker, no te creas eso de que "como el buen vino, con el tiempo mejora", que es pura palabrería de personas que no son como tú, asertivas, y prefieren decorar un comentario que podría resultar, a todas luces, soez para algunas personas. Si fueras mujer lo entenderías...

Y luego está el tema de los dos puntos. Eso si que me tiene confundida. Lo de los dos puntos después de lo de engreída me confunde, Iker, soy amargada y engreída porque lo que escribo es muy mediocre, o son dos cosas a parte y lo que pasa es que debía haber una coma. Esto de no ser de letras me mata... me pierdo en los laberintos de la expresión escrita.

Pero, ante todo, tú sigue así, que no hay nada como la franqueza.

Por cierto, como aparte de todo lo que dices, soy curiosa, he comprobado que te has hecho un perfil exclusivamente para dejar el comentario...



(Os prometo que las 3 visualizaciones son mías)

Pero Iker, "hombre", no deberías haberte molestado. Tengo admitido que me dejen comentarios hasta los Anónimos y, como has podido comprobar, no los tengo moderados. Oye, pero... mutil, ¡eskerrik asko! Todo un detallazo el tuyo.

En fin, como no sé qué más decir (ya digo que tu franqueza me ha dejado sin palabras), me despido de ti esperando que economices mejor tu tiempo y dejes de leer a esta amargada, engreída (dios, esta noche no duermo) y muy mediocre.

Con toda mi consideración a tu calidad.

Agur

Elu

jueves, 27 de mayo de 2010

Como el salmón



- Mira que eres díscola...joven, brillante y díscola, sobre todo díscola...

Hace un rato que "mi papi" me ha soltado esa frase. Se nota que no es objetivo, así que tendré que considerar que de lo que voy sobrada también es una exageración. Aunque si lo pienso un poco quizás tenga razón.

Me encanta el salmón, los que me conocen un poco lo saben, y se me ocurre así, de pronto, que tengo un poco (o igual mucho) de parecido con ellos. Ya hace tiempo que dejé de preguntarme el porqué de mi manía de nadar contracorriente, por mucho que lo pensaba siempre llegaba a la misma sencilla conclusión: debe ser mi naturaleza. Soy obstinada (vale, terca, cabezota) en casi todo, pero si lo pienso detenidamente también sé dar mi brazo a torcer. Sin embargo hay algo en lo que nunca dejo de empecinarme: cuando quiero a alguien soy incapaz de "pasar página".

Esta mañana he leído un correo de esos de aviso. Era de Renfe, indicaba que el día 28 había huelga y los servicios serían mínimos. Así dicho no parece relevante, pero teniendo en cuenta que llevo días pensando en romper una promesa... ya cambia la perspectiva.

Y es que todo me lleva a ti. El dolor de tu ausencia, el recuerdo de tu voz, la añoranza de tus manos, el deseo de tus besos, la necesidad de tu ternura... Fíjate, me rompería gustosa (de nuevo) un brazo si con ello volviera a sentir tu ternura, tus cuidados, tu manera de acariciarme, de hacerme sentir que era lo único que querías tocar y sentir y disfrutar.

Todo me lleva a ti...

El recuerdo de la sorpresa de tu "seamos sensatos", los paseos disfrutados, el calor de los abrazos, la pasión de aquellos momentos... Tú, simple y llanamente tú eres el lugar a donde me lleva cada pensamiento, cada sentimiento, que intento controlar dejándome llevar por la misma corriente contra la que sé que mi naturaleza lucha... o quizás sea mi corazón.

Hice una promesa y cada día me digo que he de cumplirla, pero soy díscola y me cuesta mucho. Me repito hasta la saciedad que he de respetar a quien quiero y sueño con una palabra: "Ven".

- Pobres salmones -dicen; nadan contracorriente para desovar y luego mueren.

Pues no es del todo cierto, algunos sí... es duro el esfuerzo, pero otros regresan años al mismo lugar, por cierto, donde nacieron, porque es así: eligen siempre el río de donde proceden.

Es su naturaleza...

... y mi corazón me lleva a ti.

Elu



martes, 25 de mayo de 2010

Pobre felpudo





Acabo de llegar a casa y casi lo hago...

Hay varias cosas que me fastidian, que me irritan, consiguiendo lo que muchos, intentándolo con ganas, no logran. Y claro, luego pasa lo que pasa: me enfado. No es que lo haga con alguien en concreto, generalmente es con el mundo entero... o, casi siempre, como hoy, conmigo misma.

Me pone de los nervios estar esperando una llamada, depender de esos aparatitos inalámbricos que llevo conmigo a todas partes como si fueran una prolongación de mi persona. Que sí, que me siento esclava de la tecnología y me pone los pelos de punta comprobar que no me siento tranquila si se me olvida el móvil en casa o si el fijo se está quedando sin batería...

Con gusto los estamparía contra la pared si no fuera porque esta casa no es mía y la dueña me mandaría arreglar los desperfectos...

Y antes era peor, cuando no había móviles y los fijos estaban aposentados en el salón, o en el aparador de la entrada, o en la habitación. Y, claro, seguro que te llamaban en el momento más inoportuno. Recuerdo una vez que salí con el pantalón bajado, sin recordar que, si no lo agarraba, la gravedad me jugaría una mala pasada y ¡zas! caí de bruces, tiré el teléfono, los arreglos florales y el cenicero de piedra que casi me dejó seca en el acto. Y total ¿para qué?, para no ser la llamada que esperaba.

Porque ese es el problema: estás sujeta a un teléfono en espera de esa llamada que no llega, anhelando escuchar la voz que necesitas...

¡Mierda! se mire como se mire, eres esclava sin solución.

Hoy me preguntaba una amiga si era malo no estar ya tan pendiente del móvil. Y yo le he respondido con un NO rotundo. Creo que se vive más tranquila.

Pero no acaba ahí el problema, no. Luego está el otro tema: el buzón.

Invariablemente, cuando abres el buzón, sacas las cartas y casi sin mirarlas metes la mano y palpas.

- Y qué esperas encontrar, ¡idiota! -me digo. ¿No ves que está todo en la otra mano?

Con suerte no me paso la mano por la cara, o me golpeo la frente, porque si lo hago, vuelvo a casa con todo el polvo acumulado de mascarilla.

Pero lo peor es saber que la carta que esperas tiene nombre y apellido, y que no llegará...

Vamos, que una se va acalorando según transcurre el día y llega a casa como yo: pagándola con el felpudo.

¿Os habéis dado cuenta que una se limpia en el felpudo de diferentes maneras? Soy de las que siempre, o casi siempre lo hace. Me enseñaron que es una forma de mantener la mayor parte de la suciedad fuera de casa y ahora forma parte de esas cosas que hago mecánicamente. Pero sí que me he fijado en otros, y en mí, alguna vez. Por ejemplo, cuando estás indeciso, antes de entrar en un lugar, te quedas más de lo debido limpiándote, algunos hasta lo hacen tanto que, en alguna ocasión, he pensado que la suela debía estar más limpia que el resto. O esas veces que voy al dentista, que se puede ampliar a cuando iba donde mi exsuegra, a casa de mi hermana, o a la del vecino pelma que no te deja tranquila; en esas ocasiones, aprieto tanto que siempre miro abajo por si lo he desgastado y se nota.

Ahora alguien me leerá y pensará, quizás, que por no esperar esa carta, o esa llamada, se quiere menos (porque supongo quedaba claro que esperas a esa persona tan especial) Y no, nada de eso.

No es que te quiera menos, ¡es que me quiero más!

Mientras, creo que me tumbaré un rato a ver si se me pasa el enfado. Que sí, el buzón no me lo puedo traer, pero seguro que los dos teléfonos estarán muy muy cerca.

¡Manda narices! Sentirse esclava es un rollo...

... claro que se pasa todo cuando recibes esa llamada, o la carta o, muchísimo mejor, cuando te sorprenden en persona.

Si es que no escarmentamos...

Acabo de llegar a casa y casi desgasto el felpudo.


Elu

lunes, 24 de mayo de 2010

Vestigio




¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
A. Machado

- Ay... vaya memoria la mía. Debo de estar volviéndome vieja. Si ya lo decía mi madre: "No puedo con mi vida"

Aquella mañana, Amalia no podía recordar por qué había salido a la calle. Se dijo que debía hacer compras, llevaba la vestimenta apropiada... porque Amalia, como todas sus amigas, tenía un vestuario para cada ocasión.

- Bueno, ya me iré acordando según llegue -se consoló.

Al llegar al final de la calle vislumbró la casa. Se erigía ahora entre dos nuevas edificaciones, vestigio de un ayer que recordaba claramente. Se paró un momento a contemplarla. Las tejas oscurecidas, las persianas descoloridas, los desconchados y derrumbes le daban un aspecto de lánguido abandono.

- Hay que ver... lo que fue y lo que es.

Cruzó la avenida y miró uno de los laterales, aquel por el que, en otro tiempo, tantas veces subió corriendo para que los señoritos no la vieran con la bolsa de tela de saco. Se sorprendió al comprobar que ya no estaba la escalera de hierro en su lugar, aunque aún quedaba la verja de arriba "Sepan ustedes que está ahí para recordarles que no deben utilizar la escalera, ustedes han de salir por la parte de atrás, son simples obreros" Recordaba muy bien las palabras de los dueños de la fábrica... y de la casa. Y a su madre que siempre la decía:

- Eres menuda y pequeña, puedes pasar en horas de trabajo, no te verán cuando me traes la comida... y cuando vuelvas corre todo lo que puedas y esconde bien la bolsa.

La madre de Amalia, Josefa, quedó viuda muy joven con una niña de apenas dos años y otra (Amalia) en camino. Con pocos recursos tuvo que ir a trabajar a la fábrica de galletas que se situaba en la parte inferior y detrás de la hermosa casa (que era entonces). Cada mañana pasaba delante de la fachada con un toldo muy elegante y tiestos llenos de flores que colgaban de los ganchos que perduran en el tiempo. Con más hambre que cansancio se disponía a soportar a la encargada "chicavieja amargada" que les regañaba continuamente por comerse la producción.

- No pierdan el tiempo en saludos, ponganse a trabajar que ya es hora. ¡Y no se coman ni una pasta! O es que se creen que no las veo... -era su saludo matutino.

Y todas callaban, cómo no, pero se turnaban para meter, de vez en cuando, alguna pasta que les engañara el estómago. Eran tiempos difíciles los de la posguerra.

Josefa discutía mucho con la encargada, y siempre la decía: "A ver, doña Urraca (que no era su nombre precisamente) ¿qué hacéis con las pastas que se rompen? Los señoritos las tiran, seguro, ¡pues qué coño! si podemos aprovecharlas no sé dónde está el pecado"

- Un día de estos me echarán, lo sé... pero no me importa, ya encontraré otra forma de traer el pan diario a casa -contaba a sus amigas.

Y mientras, cuando Amalia le llevaba la comida en la pequeña bolsa que su abuela les había preparado con tela de saco, Josefa aprovechaba el ángulo de visión de la encargada para dar un beso a su hija y meter unas cuantas pastas en la bolsa.

Amalia miraba el espacio ahora vacío donde antaño estaban las escaleras y recordaba sus carreras.

- Qué tiempos aquellos... -se dijo, ya no queda nada de su anterior esplendor y, por suerte, ya no he necesitado comer nunca más las malditas pastas. Por cierto, voy a comprar un par de solomillos.

Elu

sábado, 22 de mayo de 2010

Vivir contigo




ELLA:

Hace mucho que decidí que la caja tonta nunca volvería a ser motivo de alejamiento, enfrentamientos o diferencias... mucho menos de discusión o recriminación. Lo tengo claro: si es tonta no merece la pena pelearse por ella.

Aún recuerdo a esa persona con la que convivía, su manía de apoderarse del mando y cambiarme la cadena cuando más concentrada estaba en algún programa, sobre todo si eran películas, y mis suspiros posteriores, un poco como si dijera "Ya te vale... podrías esperar al menos a los descansos" Claro que debería reconocer que más de una vez deseé golpearle con lo primero que tenía a mano (normalmente un cenicero de piedra) a ver si espabilaba de una vez y se daba por enterado.


Y aquí estoy descubriendo, después de mucho tiempo, tu tendencia a actuar de la misma forma.

- Cielo... hoy echan una peli independiente, es muy buena y me encantaría que la viéramos juntos.

Y yo, encandilada ante la perspectiva de compartirla contigo, me dejo llevar... aunque esté cansada y tenga unas ganas locas de decirte: "Que le den a la peli, cariño, estoy muerta y necesito estirarme. Al menos, podrías dejar que me tumbe en el sofá" Pero no, sólo te tiendo la mano, sonrío y veo la peli contigo; no es cuestión de malgastar una oportunidad de ver tu sonrisa de niño, tu mirada enternecida y feliz. Y es que yo también me siento un poco así, para qué negarlo.

Pero llega ese día en que una se encuentra tan pancha, contenta de tener un ratito para relajarse ante uno de los tantos filmes sin demasiadas pretensiones, pero que te liberan de tensiones. Y tú, cuando se va acercando el momento (para mí, evidentemente) culminante, descubres que la imagen no es lo suficientemente buena y decides buscar un nuevo canal.

-Vaya -me digo- no será capaz de dejarme a medias...

Pues sí, a ti te da por hacerte el entendido con el mando que, me temo, no tienes ni idea de usar. Y ¡dios! en pantalla sólo hay una sucesión de puntos y rayas, sin imagen, producto de la búsqueda automática, por supuesto.

-Mejor ahora que luego, a ver si encuentro un canal mejor -seguro que crees que lo haces por mi bien.

Y digo yo que si no te gusta la película, mejor me dejas a mí viéndola como está... que no me molestan las interferencias, mejor así que como termina la escena: yo preparando la lavadora y tú... tumbándote en el sofá. Porque esa es otra, a mi vuelta, estás medio dormido, cuan largo eres y con la mano en la barriguita (por decirlo... delicadamente, mejor el diminutivo,cariño). Y yo, con mi imaginación alterada, veo el puro en el cenicero (de los malos) y las cervezas tiradas por el suelo y la mesita. Y suspiro por no darte un zarandeo, y me meto aquí a contarle a esta hoja en blanco lo que mejor no te digo... porque intentarías llevarlo a tu terreno con un:

-Mira que eres teatrera, ¡pero si no se veía nada!

Y es que la vida contigo es como una montaña rusa. Aún no sé si estoy arriba la mayoría de las veces porque, y eso he de reconocerlo, sabes llevarme de la mano de forma que no toco el suelo.

Ya que hablo del suelo... ahora me acuerdo de cuando me dijiste:

- ¿Conocías la expresión "una mujer seca"? En referencia a esa que no puede engendrar.

- Pues sí, más bien se generaliza a la que no pudo o ya no puede tener hijos.

- Ya... no está mal, claro... Una mujer seca, árida, sin posibilidad de engendrar. ¿Te das cuenta? Es natural que un hombre deba relacionarse con mujeres mucho más jóvenes que él... porque nosotros seguimos siendo fecundos siempre.

- Mírate... hablando de las relaciones como si fueran encaminadas a la procreación. Acabo de descubrir que me he casado con un animal... y, para colmo, religioso.

Te ríes, sí... aunque al volante te concentres y me pidas que no te distraiga. Sé que, en el fondo, me ves como una personita simpática y con buenas salidas, siempre aisladas... porque la mitad de las veces estás inmerso en tus pensamientos y no te enteras. ¿Que soy cotorra? Bueno, algo de eso hay, ya lo sé, pero tú no te quedas corto, no en vano te llamé loro desde el principio.

¡Ay! Si es que no puede ser, esto de la convivencia es difícil. Si no fuera por lo maravillosa que puede llegar a ser, echaría a correr y no pararía hasta poner unos cuantos kilómetros por medio.

Vivir contigo es descubrir que la vida es una película donde te puedes sentir tanto la protagonista como la peor de las actrices secundarias. Arriba, abajo; luz, oscuridad... pero siempre envuelta en sentimientos. Vaya... que no me dejas indiferente.

Qué pena que no tenga tiempo de contarte más. Está sonando nuestra canción.

- ¿Bailamos?

Elu

jueves, 20 de mayo de 2010

Incoherencias




Una se va haciendo a la idea de una vida solitaria, sin nadie que te llame desde la cocina para ver cómo seguir con el guisado, sin la lucha por el mando a distancia que acabe con un revolcón entre carcajadas. Una va aceptando que las circunstancias han estado en su contra y que los finales no acaban como en el cuento: después de las perdices llegan las despedidas.

Lo que no sé si me acostumbraré es a esta desposesión: apátrida, agnóstica, aséptica... y lo que es peor, a caer en el inodoro sin fuerzas para levantarme.

Que sí, que tengo fiebre y estoy para pocos trotes. Y que es en estos casos cuando me da por pensar que la vida se me escapa y nadie se da cuenta. Que cierro los ojos y pienso que la eutanasia debería legalizarse; que echo de menos aquella voz que me daba ánimos, mimos, cariños cuando, no hace tanto, me rompí el brazo. Entonces estaba triste, me sentía inútil... pero todo era diferente.

Hace un rato estaba tranquila en mi sofá, intentaba no pensar (lo prometo) pero como siempre la mente va por libre y cuando te quieres dar cuenta estás metida en laberintos de preguntas, dudas, decisiones, absurdos sueños de futuros posibles... Creo que andaba paseando por una playa de la mano de alguien (no quiero admitir quién era) cuando me he dado cuenta que sentía una urgencia abrumadora de visitar al Señor Roca. He debido levantarme demasiado rápido porque enseguida he sentido un ligero mareo. Dada la perentoriedad del asunto mi cuerpo no ha reaccionado como debiera y me he lanzado a una carrera vacilante por el estrecho y anguloso pasillo que ha terminado conmigo agarrada al lavabo mientras todo daba vueltas a mi alrededor.

Anda que no me he reído cuando, después de unos segundos, me encuentro sentada en el inodoro, con ambas tapas levantadas (no es habitual en mí dejarlas de esa manera, pero prometo que no recuerdo haberlas levantado)... Vamos, yo hundida en la inmundicia sin fuerzas y con un ataque histérico de risa.

Visto lo visto, he decidido atrincherarme por unos días en el sofá, con unas cuantas botellas de agua, los antibióticos, los mandos y teléfonos a mano... y si puedo, me inyectaré por vena Orfidal....

Pues eso, que estaré ausente lo que dure mi estado vírico, anodino, asquerosamente apático y terriblemente victimista. O se me pasa pronto o lo ignoro.
He dicho.

Elu

miércoles, 19 de mayo de 2010

Un día de estos del CSI


Pues sí, un día de estos montaré mi propia agencia CSI...

Dicen que la curiosidad mató al gato o, como poco, salió escaldado. En eso estaba pensando antes de ponerme a aporrear las teclas...

Pido disculpas si repito alguna historia dicha ya con anterioridad, es que una ha escrito tanto a lo largo de sus dilatados años en la red que ya no recuerda exactamente todo lo relatado.

Mis comienzos fueron allá por el año 2001, en plena crisis personal (como muchos, supongo) con mi natural ingenuidad y muchas ganas de conversar con personas que de otro modo hubiera sido impensable.

Por aquel entonces conocí a mucha gente que, a su manera, fueron dejando su huella en mi vida. Unos más que otros, para bien o para mal.

Los primeros castañazos llegaron pronto, cómo no iba a ser así, creía en y a las personas, no imaginaba dobles intenciones y mucho menos que fueran capaces de hacer daño gratuito.

Llegados a este punto, alguno sonreirá pensando algo como: "Pero bueno, ésta dónde vivía ¿en una burbuja?" Pues no, lo peor del caso es que ya me habían dado muchas más en lo que llaman "realidad".

Bueno, como os iba diciendo, aquellos primeros golpes que me dejaron anonadada (como poco) fueron creciendo en cantidad y calidad, hasta el día en que decidí agarrarme a un clavo ardiendo (un clavo con otro se quita, me decían, y yo lo probé) De resultas de esa decisión, di pasos con un señor (vamos a llamarle así) que me ofrecía el oro y el moro, y me pedía una vida a su lado "porque eres tan especial que no puedo dejarte escapar". Hasta ahí todo bien, y así fue durante unos meses... Aún creía en las buenas intenciones.

Ahora llega el pero...

Cuando empecé a sospechar que me ocultaba algo, eché mano de las herramientas que el mundo de Internet te ofrece, en aquella ocasión fue una Comunidad de las de msn (que algunos conocisteis, seguro) Entré con una nueva cuenta, sólo a observar. Durante un par de meses en los que, por cierto, me hice muy amiga de dos mujeres de allí, le seguí los pasos y cada día las dudas iban tornándose certezas. A todo esto, él me ponía poco menos que de paranoica. Pero yo no me lo tragaba. Dejé de tener encuentros con él, cambié de actitud: no le decía nada de mis dudas, no contaba ni a mis amigas el caso... Y llegó el momento en que todo se destapó.

Fue a raíz de ver unas fotos de una quedada en la que, casualidad, una de las dos amigas que os menciono, había estado. Al fin me decidí a hablar con ella. Por supuesto, el señor al que me refiero estaba con una morenita, y no sólo en la foto. Mi amiga me echó un somero rapapolvos, un golpe en la cabeza me debió dar... Manda narices, y yo por respeto hacia él no había querido comentar nada. El día que me enfrenté a él, ya con pruebas, aún quería salirse por la tangente alegando que eran malos entendidos y que yo estaba celosa.

Me reí mucho, no creáis, ahí es dónde comencé a ver claramente que la mitomanía puede ser una enfermedad, pero que algunos son simplemente patéticos mentirosos.

Aquello se pasó rápido, y su recuerdo quedó como simple anécdota. Pero empecé a entender la androfobia y también (que de los otros casos hay mucho) la misoginia.

A partir de entonces ya no creí demasiado... Eso sí, no aceptaba como válido ningún intento de ponerme en guardia contra alguien si no lo comprobaba primero. De eso no hablaré ahora, pero tiene tela, y de la buena...

Esos fueron mis comienzos en la investigación. Para los siguientes casos tuve la inestimable ayuda de una amiga muy especial, de las pocas que quedan de los primeros años en Internet (por no decir la única) Ella sí que se graduó con honores...

Actualmente me he movido por más sitios: blogs, foros, Comunidades, Servidores diversos de chat... y he podido ser testigo (más que sufrirlo en propias carnes) de los más disparatados casos de abusos, mentiras y demás falsedades. Fruto de ello hay varios relatos.

Los últimos hallazgos van desde la famosa sirena rubia, natural, maravillosa, hasta el moreno de ensueño... y más que no declararé porque me entra la risa y no puedo teclear. Y es que, si se van atando cabos, al final descubres, por ejemplo, que en la fecha en que alguien te decía: "no desaparezcas, porque te quiero, aún no sé cómo... ya sabes cómo soy, pero te quiero.." resulta que estaba ya con otra. O ese que no aparece mucho por el messenger está en otros sitios haciendo lo que le viene en gana (bien por él) O que la que se ha muerto, ni está muerta ni es la jovencita que decía ser... ¡Terrible!

Claro, luego le llaman a una mejillón o, en un intento de subirme de categoría, ostra... Como para no serlo.

Cada mañana me miro al espejo por si no soy yo la que se refleja. Después de guiñarme un ojo, hacer piruetas varias para ver si la pillo en un renuncio... me digo: "Ah sí, soy yo". Vamos, que no sé ni si fiarme de mi sombra.

Ayer hablaba con una amiga que se quejaba de la mentira "Cualquier cosa menos eso, y él lo sabe. ¿Por qué me miente?¿Para qué?" Y yo sólo podía sonreír tristemente recordando lo que es tener esa sensación.

- ¿Por qué no investigas un poco? -le dije.

- ¿Para qué? igual me entero aún de más cosas... y no sé si quiero -me contestó.

- Sí -pensé- o no puedes ver la evidencia porque han configurado para ocultar. Mira que me da rabia eso...

Pero ahora pienso en el gato...

... ya no sé si quiero descubrir más.

Elu

martes, 18 de mayo de 2010

Tú sólo camina







No temas, tú sólo camina...


te tomaré con mano firme y pulsante


para llevarte hasta la orilla del roce de unos labios,


hasta el suspiro


o al cabello de la sien entre unos dedos


y al cuenco de una mano que te habitará la nuca,


que te atraerá,


pecho contra pecho, a esa fusión


donde no caben sonrisas falsas de amantes esporádicos,


sólo pupilas firmes de encuentros únicos sin gnomos,


sin espectros muertos,


tardío reflejo que ahora reina


en el algodón de tu alma azul con mariposas blancas;


espejo, ahora real, donde mirarse


en horas que no mueren por eternas.



Sólo esperar, sólo paciencia;


estoy aún aquí, contigo en mente,


vuelve a mirarme y cree no imaginarme;


volveremos otra vez, muchas más veces,


sentiremos, de nuevo, los cuerpos caer,


las voces suspiradas, los besos de calor, ojos rendidos,


ocres colores, suaves telas, claros rincones


y aún... más versos.



Elu



PD. Hoy se la dedico a quienes creen que hay esperanza.




Bona nit




Nada, que no hay forma de quedarme dormida...

Hoy ha sido un día agotador, no sé si tanto física como mentalmente. El sol, por fin, se ha empeñado en sacarme de casa para regalarme su calor y yo, muy poco dada a rechazos cálidos, me he dejado acariciar. Y así estoy, cansada de la caminata y con ciertas partes de mi cuerpo algo enrojecidas... Nada importante, mañana estaré un poco más morena.

Y aquí estoy, pensando en alguno de vosotros, aporreando lo más suavemente posible las teclas para que el vecino no golpee la pared y me saque de mi dulce desvarío.

Tú, que tendrás una noche agitada, con las sienes palpitantes y el corazón dolorido...

O tú, que seguro sueñas con una dulce brisa del norte mientras piensas qué hacer para que no te llame Calimera.

O tal vez para ti, que luchas por mantener lo poco que tienes, que no es lo importante, pero sí lo urgente.

Y sí, también a ti... que te me acercas de puntillas y te alejas antes de que te pueda tocar. Sí, no abras más los ojos, que eres tú... cabezota, no sabes cuánto te echo de menos y cómo me controlo para no coger mañana mismo el tren y robarte el abrazo que nos debemos.

Hay que ver la noche que me espera. Creo que me quedaré velando vuestro sueño.

Dulces sueños y mejores despertares.

Elu


domingo, 16 de mayo de 2010

Amapola




Esto ya es propio de un funámbulo, pero no me cansa.

Aún recuerdo mis primeros días, aquí en la red, como si hubieran sido ayer; las primeras conversaciones privadas, la curiosidad y también mis primeras citas, encuentros clandestinos para mí que, por aquel entonces, aún estaba casado.

¡Cómo ha cambiado todo! Después de aquellos torpes bandazos, cuando todavía me movía en un ruedo para mí desconocido, un día, hace ya mucho tiempo, fui consciente de mis posibilidades infinitas, de mi don, de aquello que me distingue y me enaltece por encima de la mayoría del resto de hombres.

No supe lo que realmente deseaba hasta aquel día, hasta aquella madrugada en que regresé a mi pequeño apartamento después de una noche larga de intentos y frustraciones en la ciudad. Encendí la máquina mecánicamente, leí por encima cuatro bromas, repliqué socarronamente a alguna alusión, vi por encima un correo cursi de la poetisa pesada con la que me había acostado unas cuantas veces y no sabía como quitarme de encima y, después de borrarlo, entré en la sala de chat a ver si quedaba “algo” para una canallada imprevista. Eran dos, el tipo misterioso de siempre que, a aquellas horas, por lo visto solo hablaba en privados y una que había visto pocas veces, Amapola. Saludé dispuesto a largarme en el instante justo en que me quedé a solas con aquella desconocida.

- Al fin solos -me dijo, con un emoticono sonriente- ¿Hablamos clarito, mi pequeño cerdito?- continuó consiguiendo espabilarme en una línea.

Fueron casi cuatro horas de charla. Ella era una mujer mayor que yo, de la cincuentena media, me dijo que le recordaba a alguien al que llegó a apreciar y que no me preocupara, que ella no buscaba nada de mí, que tenía ganas de conversar conmigo hacía ya tiempo y que, por fin, había dado con el momento oportuno. Amapola me preguntó por mi vida, por mi momento y por mis objetivos. Le conté lo de mi separación, mis escarceos “internautas” de los que, por lo visto, había sido buena observadora.

- Eres tan sumamente asqueroso que me resultas simpático -me dijo, antes de continuar- Tienes lo que muchas mujeres de aquí buscamos. En realidad no eres nada, una foto de un tipo con ojos bonitos y un cuerpo más que aceptable, no estás comprometido y puedes resultar ingenioso. No eres demasiado inteligente, resultas grosero y ordinario, pero en el fondo eso atrae. ¿No nos ves? Casi todas venimos del pozo de una larga relación muerta, de un matrimonio temprano, de unos años de aburrimiento y desidia, y de los espejismos de libertad de una separación. Provenimos de una decepción tras otra, de una sucesión de desastres, y buscamos hierros candentes donde aferrarnos. Te vemos como un cerdo indeseable, pero nos atraes. ¿Cómo será hacerlo contigo? En el fondo deseamos apropiarnos de la obscenidad, del pecado que tú encarnas. Vuelves a ser un reflejo de la primera vez que palpamos la entrepierna de un adolescente y después de unos instantes de asco sobrevenido, nos resultó terriblemente placentero el tacto de un sexo masculino. Queremos repetir eso contigo, volver a sentir aquella energía de sangre caliente, de corazón acelerado y esa humedad que nos inspiras, aun cuando no lo reconozcamos abiertamente.

Hablé con Amapola varias madrugadas más, quedamos para tomar un café y me pidió una noche de sexo. “Sólo una -enfatizó-luego desapareceré”. Cuando lo hicimos me dijo que ya lo sabía, que “no era para tanto”, pero que “necesitaba comprobarlo”. Entre risas de complicidad y medio burlona conmigo me pidió que alguna vez me acordara de ella...

…como hago ahora.

Me considero en plenitud. Creo que voy a tener durante años algo que me hace sentir un rey entre los plebeyos. Mi pequeño apartamento acoge muchas visitas. He comprobado que no hay que demostrar debilidad con ninguna mujer. Cuanto más desdén muestro con ellas, tanto más sumisas resultan conmigo; cuanto más desprecio, más súplicas y promesas. Sé que lo que deseo de verdad es su humillación para sentirme realmente grande, enorme, superior y pleno.

[....]

Para este viernes no tengo nada, tuve un error de cálculo, se me fue de las manos. Estaba con Luly, con la que llevaba dos meses. Me gustaba, se había pasado los meses anteriores llamándome "ser repugnante" y cosas parecidas. Con un privado me dio su teléfono y con una cita el resto.

Despertó a mi lado, como los dos últimos sábados, y la vi con el maquillaje corrido. Tuvo la ocurrencia de decirme "creo que hemos de empezar a pensar en hacer algo con nuestras vidas, precioso mío....", la mire con una expresión de asco y la dije “mira guapa, ahora quiero que me la chupes un ratito, pero eso sí, antes de ducharme”. Cuando vi que acercaba su cara a mi entrepierna apartándose mecánicamente el pelo de la boca no pude reprimirme..."Anda, lárgate, pedazo de guarra, no hagas más el ridículo"

¡Me siento tan bien! Sigo teniendo una sensación de velocidad extrema, y eso será hasta que el cuerpo aguante.

Amapola, gracias, te debía esto y, por cierto, estoy libre este fin de semana.

Elu

viernes, 14 de mayo de 2010

El alfil verde





Aparcó el puñetero coche como pudo en una esquina a tres calles de su portal. Aún sentía el picor en la nariz por aquella colonia masculina cara y seguramente comprada, con mal gusto, para la ocasión. Se alisó la falda, las medias y lo demás que el intento del salido de turno había logrado descolocar.

- Siempre igual -se dijo-. Al final lo intentan aunque parezca que no vayan a hacerlo. Todos lo mismo... Pero nada de nada, ha sido la primera cita. Besitos, algún toqueteo consentido, sin más, que luego entre ellos se lo cuentan todo y una podría coger la fama, y no se trata de eso.


Al entrar en casa se dio cuenta que amanecía. La puerta entreabierta de la habitación de su hijo le recordó que al mediodía tenía que recogerlo en casa de sus primos. La cocina estaba llena de cacharros sucios y con la basura de dos días. Se calentó agua en el microondas y se preparó un café instantáneo. Pensó en darse una ducha pero le dio pereza. "Lo haré luego, cuando me despierte".

Se dejó caer en el sofá, súbitamente cansada. Encendió el televisor y comprobó que ya habían empezado a emitir noticias: un par de asesinatos, accidentes, guerras, políticos y los deportes.

- Lo de siempre- suspiró exhalando humo.

Se dirigió a su habitación bostezando mientras se desprendía de pendientes, pulseras y otros complementos... La cama sin hacer, el espejo grande y el ordenador eran el panorama habitual de cada noche.

Encendió la pantalla del ordenador y vio, como esperaba, que él estaba conectado. El alfil verde perpetuo, sin duda la esperaba.

Recordó que al mediodía, antes de volver al trabajo, había estado media hora hablando con él por el messenger. Ya se lo tomaba como algo inevitable pero necesario para su conservación y supervivencia, como maquillarse, ir a baño o quitar el polvo de vez en cuando.

- Alguna vez lo puedo necesitar de nuevo -afirmó mirando su reflejo en el espejo.

Era esa, precisamente, la clave de muchas cosas.

Al levantarse ese largo viernes, había leído dos correos nocturnos que él le envió: uno plagado de lamentos habituales sobre su vida y otro algo más alegre. No los borró, pero tampoco los acabó de leer...como casi todos los días hacía con su profusa correspondencia.

Luego conversó con él distraidamente. El ponía largas reflexiones y la halagaba, le hablaba de sí mismo, de ella y de su futuro juntos. Las veces que miraba la pantalla, de reojo al tiempo que hablaba por el móvil, le contestaba con las apostillas de siempre...

- Sí, cariño....a mi también me sucede exactamente lo mismo contigo…

- No, yo tampoco lo puedo evitar, pero dame algo más de tiempo...

Antes de irse a trabajar se puso “sin conexión” y apagó la pantalla para no tener que volver a conectarse más tarde, de ese modo podría comprobar que él había estado hora a hora esperándola. Apretó los labios, abrió mucho los ojos con la satisfacción del trámite momentáneo cumplido, exhaló profundamente y salió hacia el despacho.

En la oficina estaba Juan Manuel, el nuevo fichaje que le tiraba los tejos. Seguramente las otras dos arpías le habrían hablado mal de ella, como había ocurrido en otras ocasiones, pero sabía que todas sus sospechas era capaz de borrarlas sólo con mirarlo y ponerle su carita de niña buena. "¡Qué inocentes son los hombres! O no ven lo evidente o las hormonas les nublan la mente". Era tan fácil sacar todo lo que se podía necesitar de ellos y luego fulminarlos con aquello de: “Yo no te di pie a nada…” “En algún momento creí sentir algo por ti por culpa de tu insistencia...” “Quedaremos como buenos amigos...”

Aquella noche la había invitado a cenar y luego al Tango. Aquel tipo tenía influencias en la central de Madrid porque venía recomendado. Sería cuestión, como otras veces, de sacarle algún secreto poco divulgado de su vida, de darle un poco de cancha, de mentirle con aquella mirada de admiración que tan bien interpretaba, para luego (quizá con alguna escapada de fin de semana incluida en el programa, a las montañas o a la costa, según la estación) tirar del anzuelo y obtener los frutos deseados.

Después del baile insinuante empezaron sus confesiones. Aquel era dócil. Luego los besitos y el aliento cercano, conjugando el alcohol con la clorofila urgente. Le acompañó hasta su casa. Nada nuevo, todo lo esperado.

Ese había sido su día.

Volvió a fijar la vista en el espejo y, ya sin maquillaje, se notó algo demacrada. Se preguntó cuánto tiempo podría mantener aquel ritmo sin tener que elegir alguno de ellos para siempre, o al menos para una época larga. Estaba cansada de tener que trabajar y pensaba en sus amigas, que ya no lo hacían, y las envidiaba. No había acabado de dar aún con el perfil adecuado y completo del candidato. Además, como último recurso, siempre le quedaba el del otro lado de la pantalla. La miró y sonrió al comprobar que el alfil verde seguía ahí.

Seguramente había permanecido ahí las quince horas que ella había estado fuera, una a una… Quizá se había ausentado nerviosamente alguna vez para comer o para otra cosa, pero no había ido muy lejos. Otra sonrisa, esta vez apoyando las manos en la mesa frente al teclado, y acariciando el ratón.

Tenía sueño. “Le concederé el tiempo de dos cigarrillos –decidió”. Movió el cursor y con un clic convirtió su muñequito rojo en verde y, humedeciéndose los labios, empezó a teclear:

– Qué sorpresa, cariño, no me podía dormir y vine a mirar si, por casualidad, estabas...

Al ver aparecer en la pantalla el emoticono de un beso no pudo reprimir una sonora carcajada...

Elu

jueves, 13 de mayo de 2010

Su elección


"Hay veces que una comienza a escribir sin saber muy bien qué hará al final. Muchas veces te he escrito y otras tantas he tirado la carta al contenedor de reciclaje. Nunca quise enviarte nada por correo electrónico, me gusta recibir misivas "a la antigua", que huelan a papel que pueda llevar hasta mi nariz y sentir (o recordar) el olor de las personas que me las envían. Pero había un problema con las tuyas: tu dirección. Hace unos días, cuando la idea cuajó en mi mente y la decisión fue irrevocable, encontré tus señas. Así que hoy escribo de puño y letra lo que será mi despedida.

Han pasado meses desde que no sé de ti, desde que me dejaste con el corazón rebosante de amor y las manos vacías sin las tuyas. En todo este tiempo he intentado odiarte sin lograrlo. "Eres demasiado buena -me decías" y puede que sea verdad, lo que está claro es que tú nunca podrás serlo. Eres demasiado egoísta, tanto como para no ver más allá de lo que te afecte. Me enamoraste como un reto, me prometiste para embaucarme y me mentiste para abandonarme.

En el amor y en la guerra todo vale, y a ti te ha dado igual lo que me pase.

Ahora estás con ella, "el amor de tu vida" según me han dicho. Debes tener unos cuantos, cada uno en el momento que le interesa a tu mente o... a tu polla. De tu corazón mejor no hablo, que hacerlo de fantasmas y quimeras no es algo que me pueda permitir en estos momentos.

Esta mañana he ido al Notario, he hecho testamento, y para que veas que no soy tan buena te diré a quién le he dejado todo lo que poseo.

No creas que no pensé en dejártelo todo, dada tu situación actual, hubiera sido un gesto maravilloso por mi parte... pero ¿qué quieres? no soy tan "santa" como creías y sólo de pensar que ibas a utilizar mi dinero para agasajar a otra me repateaba. Así que se lo he dejado todo a alguien que lo necesita, ya imaginarás a quién, sabes todo de mí... yo nunca te mentí.

Cuando termine esta carta y la envíe por correo, voy a terminar con mi vida. Enterraré mi reloj en la arena de tu olvido y dejaré de sufrir.

En este punto te dirás que soy muy mala por escribirte para decirte que me suicido por tu culpa. Pero voy a decirte por qué lo hago, no quiero que te enteres por terceros y pienses que es por eso.

Hace unos días me dieron los resultados de la prueba, de esa que será, seguramente, la última noticia que tenías de mí. Pues bien, para terminar de rematar una vida tan patética como la mía, resulta que tengo un cáncer sin solución. Lo único que me queda es un tratamiento paliativo, así que como dueña de mi vida he decidido que no quiero ser testigo de mi deterioro.

Por eso, y no por otra cosa, cuando recibas esta carta ya no existiré.

Intento marcharme con algún recuerdo hermoso, pero cuando me acuerdo de alguno bonito (siempre a tu lado) llega también la certeza de tu cobarde mentira. Pero tampoco pasa nada, voy a hacer algo que siempre he censurado, así que con mi suciedad ya es suficiente.

A pesar de todo no te guardo rencor. Siempre he pensado que no se puede exigir de las personas más de lo que son capaces de dar... y tú me lo has dado con creces.

Te deseo que seas feliz, a tu forma,naturalmente, de otro modo no lo serías.

Espero que con esta carta te sientas exento de cualquier culpa que pueda rondarte por mi final, sobre todo. No quisiera que después de haber sacado tan poco de mí, encima tuvieras que cargar con nada más.

Adiós.

María"

[...]

- Qué día tan gris -se dijo Ana al despertar; tengo que acercarme hasta la casa de María, hoy habíamos quedado para tomar café.

Mientras preparaba la ropa encendió mecánicamente el móvil, como todos los días, y como siempre después de pasar la noche con él apagado. Lo dejó en la mesilla y se fue a duchar. No oyó el sonido de mensaje entrante.

Pensaba en todo lo que aún le quedaba por hacer y se decía que mejor se olvidaba, no antes del café con María.

Vestida ya, comprobó el móvil. Un mensaje.

"No vengas sola a casa. Llama a la policía y que sean ellos quienes me encuentren. Perdóname por esto. Te quiero."

[...]

La encontraron tumbada en la cama con un libro en las manos. Ana no quiso verla, se sentía enfadada, dolida, abandonada y tremendamente sola.

Cuando se llevaron su cuerpo para hacer la autopsia, entró en la habitación y vio el libro sobre la cama. Sabía qué libro era, y quién se lo regaló.

Lloró desconsoladamente, sentada en la cama que aún guardaba el olor de su amiga, abrazada al libro que fue lo último que sus manos tocaron.

No sabía cuánto tiempo había pasado. Se levantó y al ir a dejar el libro sobre la mesilla un papel cayó al suelo. Era el resultado de las pruebas que habían hecho a María. Leyó deprisa y se paró en un "... biopsia ha dado negativa"

Ana no dejaba de escuchar la voz de su amiga cuando le dijo que la muerte podía ser su elección...

Elu

martes, 11 de mayo de 2010

Tiempo




Tres segundos para perder, toda una vida para olvidar...

Y, mientras, nos empeñamos en malgastar, en... matar el tiempo, ese mismo que un día se nos acabará.

18 segundos para pensar que hoy puede ser un día diferente...

Elu


lunes, 10 de mayo de 2010

¡Sorpresa!: Ya soy adulta




No, no es que me haya vuelto loca (ya lo estaba), es que he decidido cambiar la configuración del blog a Adultos, y os voy a contar el porqué.

Ayer visité mi otro lugar, mi Espacio. Los que tenéis uno sabréis que hay una posibilidad que son las estadísticas desde donde se ve, por ejemplo, desde qué buscador entran a leerte.

Pues bien, ayer descubrí que habían llegado hasta mí con Google. Nada raro, ya sé... lo que me dejó algo menos que estupefacta, anonadada, asustada y demás sensaciones que no vienen al caso, es que me encontraron con esta frase:

"Relatos porno+infantil"

Vamos vamos... ya os imaginaréis mi sorpresa. Llegaron, de ese modo, a un relato que algunos ya conoceréis y que había pensado poner un día de estos aquí... Así que, curándome en salud y ejerciendo de madre responsable, he decidido que ya soy Adulta.

Bueno, pues ya sabéis el porqué de la advertencia cuando intentéis entrar.

Hay que ver... lo que tiene que hacer una para aclarar que ya no es una niña.

Elu

domingo, 9 de mayo de 2010

Querencia





Una semana antes...

" ¿Cuánto hace que no te veo? ¿Cuánto que no sonrío? Me miro al espejo en penumbra para no ver tus huellas en mis ojos; camino con las manos en los bolsillos acariciando mi palma con el pulgar... como lo hacías tú en aquel tiempo en que la luz era más brillante y la música más alegre.

Siento el vacío de tu indiferencia, máscara que has optado por llevar desde el día en que decidiste que todo había terminado. Pero lo que no sabes es que sé que estás con ella...

Lo descubrí de la forma más tonta, cosas que tiene la red... Te agregó el mismo día en que tú me contabas que no podías soportar más tiempo sin mí y que, dadas las circunstancias, las nuestras, era mejor acabar que alargar lo que para ti era un suplicio. "Estoy muy mal -me dijiste, voy a dejar todo esto un tiempo, no me busques, es lo mejor para los dos"

Y a ella le decías lo feliz que eras habiéndola reencontrado...

Intento odiarte y no puedo... Busco mil excusas por ti, justifico tus mentiras con el dolor que te producía la imposibilidad de un futuro cercano juntos.

Pero no me miro al espejo para no verme la cara de patética enamorada.

Esta mañana me han llamado de mi ciudad. Era Jose, mi eterno enamorado. Me pedía que fuera unos días, que me echaba mucho de menos, que intentara un viaje lo antes posible... He mirado el libro que me regalaste, aquel en que me dedicabas un "te quiero" que ha sido siempre mi ancla en la tempestad de acontecimientos. Junto a tus palabras guardé un poema de Pedro Salinas

La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: Jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.

Querencia de ti...

Me pregunto por qué no voy a ser como tú, por qué no dejarme querer y ver si este vacío que me dejaste desaparece con otras caricias que no sean las tuyas. Si el silencio en el que quedaron mis oídos huérfanos de tus palabras no puede transformarse en alegre canto con otra voz...

¿Por qué no?

Dejaré de pensar en lo que siento por ti, te arrancaré de mi corazón. ¿No dicen que un clavo con otro se quita? ¿No afirman por activa y pasiva que el amor no existe, que todo son necesidades, egoísmos, intereses? Pues bien... prepararé el viaje y seré la más egoísta, la más interesada de todas las mujeres.

Voy a dejarme querer, a permitir que vuelvan a acariciarme, mimarme, halagarme. Para rechazo, mentiras y ruindades ya he tenido bastante contigo.

¿Qué más da si le quiero o no? ¿Qué más da ya nada?

Mañana será el primer día de mi nueva yo"

[...]

Presente...

Elisa llegó con retraso. Durante el viaje procuró no pensar en nada que no fuera su amigo Jose. Se puso los cascos, escuchó la música que tenían en común, recordó momentos vividos a su lado, su ternura, sus regalos. Cuando estaba llegando a la estación se dio cuenta que llevaba puesta una pulsera que no debía estar ahí, regalo de Marcos....

Marcos... el hombre al que amaba sin poder evitarlo.

- Basta ya -se dijo; él está con otra, me dejó, no importan los motivos, sólo los actos.

Jose le recibió con una rosa y un abrazo sin control que estuvo a punto de producirle un desmayo. Pero no de emoción precisamente.

Metieron el equipaje en el maletero y ante la insistencia del hombre, fueron a comer.

- Estás muy pálida, seguro que hoy no has comido aún nada. Así que deja que te cuide. Te invito a comer.

Jose siempre era espléndido con ella. Reservó mesa en uno de los mejores restaurantes, con vistas al mar. Era evidente que conocía sus gustos aunque ignoraba lo más importante: la existencia de sus sentimientos hacia Marcos.

Pasaron una tarde en calma, poniéndose al corriente de mil detalles y anécdotas. Hacía ya casi un año que no se veían, así que tuvieron para horas.

Estaba ya anocheciendo y Elisa, aún, no había ido al hotel. Intentaba alargar el momento, por más que se decía que debía estar relajada, que Jose era maravilloso, su corazón se negaba a permitir ningún acercamiento. Ese no hubiera sido el problema si no fuera porque su piel rechazaba todo contacto con la del hombre.

- Recuerda, Elisa -se decía constantemente. Marcos está con ella, es ella quien le besa, es a ella a quien abraza. Deja ya de querer un imposible y da una oportunidad a quien lo merece.

Y se la dio...

Mientras Jose le susurraba palabras de amor no era su voz la que escuchaba, ni eran sus caricias las que deseaba, ni sus labios eran los adecuados para recorrer cada centímetro de su piel. No era su olor el que la excitaba, ni era él quien le atraía hasta ese lugar donde el tiempo se para, donde los sentidos se agudizan y te sientes morir y vivir...

No era él...

Mientras sentía el peso de otro cuerpo... ella inclinó la cabeza hacia un lado evitando sus besos...

... y brotaron lágrimas de sus ojos. En ninguna se reflejaba el rostro que quería.

Elu

sábado, 8 de mayo de 2010

Los domingos toca partido






Hace unos años escribí una serie de relatos en compañía del que era mi pareja, con un seudónimo que despertó sentimientos dispares. Basados en hechos más o menos reales y fruto, sobre todo, de la observación... tanto de este mundo de la red, como del "real". Los que me habéis leído ya en otros lugares reconoceréis alguno de ellos. Cuando él murió quedaron muchos bocetos que con el tiempo he ido terminando. He decidido ir poniéndolos aquí.


Que cada uno lo tome como quiera: realidad, parodia...


Hoy pongo uno en concreto porque alguien muy querido para mí así me lo ha pedido... y yo procuro no negarle nada (que lo sepas)


Espero que los disfrutéis.


Tengo cuarenta y cuatro años, una esposa, un hijo, una casa magnífica, un buen trabajo, salud y una amante ocasional. Me considero un hombre feliz.

Cada domingo por la tarde, viendo el partido que toca con el amigo de turno, me paro a organizar lo que va a ser mi semana. En ese momento la televisión me proporciona la excusa para evadirme y hacer un escueto balance, pero también una pequeña planificación de los siguientes días.

Ahora estoy viendo el Real Madrid contra el Sevilla y Jesús, el marido de una amiga de Ana, mi mujer, va por la cuarta cerveza y el tercer paquetito de cacahuetes; además, no deja de ir al baño cada diez minutos, todo normal. En una de sus ausencias he mandado un sms a Loli.

“No te puedo apartar de mi mente -le he dicho-, te necesitaría ahora. Te llamo mañana”.

No había pensado en absoluto en ella desde el jueves que la vi por última vez. Seguro que habrá estado todo el día pendiente de alguna noticia mía, ahora se quedará contenta y se irá a la cama con algún sueño añadido a su cuenta de deseos frustrados.

A Loli la conocí un día que vino a mi oficina a intentar venderme un seguro odontológico. Me gustó y le di pié a que volviera un par de veces más, a la tercera le sugerí que quedáramos a tomar algo para terminar de discutir el asunto. Ella no era ni guapa ni fea, sino todo lo contrario, pero era, en definitiva, una mujer y por primera vez en mucho tiempo descubrí que aún podía ser atractivo para el sexo opuesto. Al principio llegué a plantearme, incluso, una separación, pero fue sólo una necesidad causada por la obnubilación pasajera de la novedad. Ella habría dado el paso inmediatamente y así se lo llegó a comunicar, solemnemente, a sus dos hijos.

Lo pasé mal entonces, me di cuenta que había llegado demasiado lejos y que lo que Loli podía darme me lo había ofrecido con creces. Mi vida, mi posición y mi entorno era una base construida a fuerza de años, no iba a jugar con fuego por un devaneo del ego para arrepentirme luego. No valía la pena. La relación, en su justa medida, seguía cumpliendo una función importante de recreo en mi vida. Los encuentros clandestinos, las sesiones de sexo en aquel sofá, los magreos en el coche si no podían ser en otro lugar, hacían que por mis venas volviera a correr la sangre caliente del deseo carnal, aquel que ya ni recordaba, que no tenía y que ni imaginaba podía existir aún dentro de mí. No quería perder eso.

En los dos últimos encuentros, Loli había estado llorando. Me recordó que le había prometido hablar con mi mujer después de las vacaciones de verano que habían acabado hacía un mes. Pero la conversación no había existido ni por asomo… Con ella mentir era un juego de niños, necesitaba una pequeña esperanza y tragaba con la más nimia promesa que le hacía. Ambos sabíamos que nunca eran ciertas, que yo no iba a cambiar ni un ápice mi vida, y menos por ella, que lo que deseaba para mí ya lo tenía hacía tiempo, pero seguíamos engañándonos, era lo más fácil. Nunca he sido valiente, ni dado a actos subliminales. Soy un hombre corriente.

Es increíble la falta de afecto que denota esta mujer. Con cualquier arrumaco menor obtiene su dosis de satisfacción compensatoria y almacenable en su despensa que raciona durante días hasta recibir la siguiente. Todo implica un coste bajo, casi nulo para mí, frente a lo que obtengo a cambio.

Ana acaba de entrar un momento en el salón, se ha llevado unas cuantas botellas vacías y ha cambiado los ceniceros. Al acercarse le he dicho en voz baja lo pesado que se pone Jesús cuando se pasa con la bebida y que otro día se ahorrara el invitarlo. Me ha sonreído, debe estar pensando lo bueno y paciente que soy. En el fondo me quiere, y yo a ella, nada que ver con lo que siento por Loli, a Ana la veo como si fuera mi hermana y el sexo con ella, por consiguiente, lo considero como una práctica incestuosa que evito con más que menos fortuna; al margen de eso, en la convivencia cumple su parte del trato sin más estridencias.

Intermedio en el partido y respuesta al móvil que avisa con una señal casi imperceptible: “Voy en coche con una amiga. Llegaré pronto a tu casa”

¡Joder! su amiga, la lesbiana, le ha vuelto a sonsacar y le ha convencido para que me arme un escándalo. Jesús está en el lavabo y tengo poco tiempo para pensar. Israel, mi hijo, no volverá hasta pasadas las once; Ana está viendo un video en la habitación, así que he de tramar algo deprisa. En estos casos lo más importante es la serenidad.

“¡Lo tengo!” Salgo rápidamente a la escalera, desconecto el automático y dejo la casa sin luz. Momentos de confusión. Ana y Jesús que dicen que también es mala suerte y demás comentarios. Hago que llamo por teléfono y les digo que los llevo a dar una vuelta y así nos acercamos a la cafetería nueva donde me tomo el café antes de ir a trabajar, para tomarnos algo y terminar de ver el partido.

- La compañía eléctrica me ha dicho que es una avería en un transformador, que tienen, al menos, para dos horas.

Los bajo con prisas al parking con la excusa del comienzo de la segunda parte del partido. Al salir, casi me cruzo con el coche del que salían Loli y la perversa de su amiga Puri, ambas con cara de pocos amigos. Pero no me ven. Cuando me alejo observo por el retrovisor la insistencia con la que tocan al portero automático.

Me ha salvado la campana, pero es la última vez, ¡lo juro!.

Ahora, en el bullicio de la cafetería, el corazón se ha desacelerado y puedo pensar con frialdad. Súbitamente siento odio por Loli, desearía estrangularla con mis propias manos, sacarle los ojos o, quizás, contarle la lengua a rodajas con un cuchillo sin afilar. Me asaltan ideas mezcladas con escalofríos: sexo con muerte, dolor con asco.

Mañana es lunes y ya no tengo nada que planificar, salvo una venganza o una dura lección. Pienso en los puntos débiles de las personas, todos los tenemos, y sólo hace falta dedicar un pequeño esfuerzo para descubrirlos. Para hacer verdadero daño, sólo hay que atacar a su raíz.

Loli siente verdadero terror a que su madre, una anciana a la que llegué a conocer con un pretexto e identidad falsa, llegue a saber algo de lo nuestro, porque es una persona de férreas creencias religiosas. Tardó años en separarse sólo por no tener que enfrentarse a ella. No soporta ni un solo reproche por su parte, la hunde y la rebaja. Su tremendo sentimiento de culpabilidad se debe a que su marido, por entonces, no la quería en casa y la tuvo que llevar a una residencia de ancianos. Al separarse se la quiso llevar con ella, pero se negó alegando que ya llevaba seis años en ese infierno y que prefería morir allí, así le devolvería, al menos, parte del sufrimiento que le había dado al meterla en aquel antro. De esa manera recibía una compensación mayor, porque sabía que, aún después de su muerte, el dolor y la culpa le seguirían persiguiendo durante el resto de su vida.

Acaba el partido y hago cálculos. Con la excusa de ir al lavabo llamo desde el teléfono público a Loli. Está en casa, cuelgo, sé que ya no hay peligro. Seguramente estará arrepentida, pero no pienso correr ni un riesgo más. Entro al baño, me mojo la cara y, mientras me la seco, compruebo en el espejo mi expresión. “Acabas de pasar un buen susto, chaval” Respiro hondo y escribo un nuevo sms: “Loli no quiero verte nunca más. Si recibo una sola noticia tuya le cuento a tu madre lo bien que follas”

Dejamos a Jesús en su casa, va tambaleándose y diciendo sandeces, pero mi mujer le sigue la corriente. Mañana le pasará el informe a su amiga que, probablemente, le habrá endosado a su marido para hacer vete a saber qué, tranquilamente, esta tarde.

Ya llegamos y subiendo por la escalera, Ana me comenta que no entiende por qué hay luz y en nuestra casa no. Mientras entra para buscar una vela yo me retraso y vuelvo a conectar el automático.

- ¿Ves? ahora ya tenemos luz- le digo.

Ya podemos cenar algo ligero y ver juntos la televisión, como todos los domingos.

Oigo a Israel que llega y se mete en su habitación sin decir ni pio, nada nuevo.

Me quedo solo un momento y busco el móvil, estoy seguro que tengo contestación.

“Eres un cerdo, te odio, ojalá te mueras. Adiós para siempre”

A veces un cigarrillo sabe mejor que nunca…

… como el que me estoy acabando de fumar ahora.

Elu