
miércoles, 30 de junio de 2010
Llegó el momento

martes, 29 de junio de 2010
Pomada- Diario de una superviviente

domingo, 27 de junio de 2010
Te regalo

viernes, 25 de junio de 2010
Y no estás...

jueves, 24 de junio de 2010
Noche de San Juan

martes, 22 de junio de 2010
Y pasa el tiempo...

domingo, 20 de junio de 2010
Lau y el desván
El otro día pensaba en el guiño que iba a ponerte. De todo lo que hemos pasado en la vida no sabía muy bien qué elegir y me sorprendí recordando a una niña pequeña que corría nerviosa en círculos a mi alrededor.
- ¡Que tengo miedo, no te rías!
- Pero si no va a hacerte nada, es mi amigo y es bueno... -te contestaba yo entre sonrisas.
Siempre tuviste miedo a los perros, y ese es uno de los recuerdos que tengo contigo. Ya sé que hay muchos, seguramente más de uno saldrá en alguno de los relatos o divagaciones que ponga en éste mi reducto... Hoy voy a exponer algo que muchos ya han leído en otros lugares, pero que tú aún no conoces y puede que ni recuerdes: la memoria no abarca las mismas escenas o de igual manera para todos.
Espero que, al menos, lo disfrutes. Un abrazo de los pegajosos.
En ese momento en el que nuestra mente se niega a abandonar del todo el sueño arañando unos minutos a la consciencia, en el que nuestro cuerpo, perezoso, permanece aún sumido en esa especie de letargo, los dulces recuerdos me acompañan...
Una ladera de un verde intenso salpicada por los aterciopelados puntos blancos y amarillos de las flores que, alegres, la acompañan; rodeada de manzanos en flor, como un jardín de promesas prontas a entregarse, aún salvaje, sin haber sido horadada por la mano del hombre. Olor a tierra húmeda, al romero cercano que circunda las pequeñas rocas solitarias y extrañas en su entorno, y ese cielo de un tímido azul...El trinar de los pájaros completan la escena, aportando su estridente melodía a veces, y saltarina otras. Y en medio de todo ello está esa niña que fui.
A mis pies un pueblo que siento lejano, que se me antoja gris en comparación del estallido de colores que me rodea. Una casa, unas ventanas que me son familiares, que encierran otros momentos, otras vivencias... Pero ahora no estoy dispuesta a pensar en ello, no allí, donde me siento libre para fantasear, para sentir que soy parte de esa magia, como si yo fuera esa pequeña hormiga que arrastra esa semilla, o el pájaro que surca el aire, ese ...sí, ese que se aleja volando alto, sin duda buscando su nido en algún punto en lo alto de la montaña.
Una respiración agitada a mi lado me recuerda que no estoy sola, y desvío la mirada hacia ella. Sonrío, ¡qué maravilloso es comprobar que las palabras no son necesarias, a veces, y que esos ojos casi amarillos me miran expectantes!. Sentir que entiendes tanto como te entienden, que alguien te otorga ese cariño incondicional, esa casi adoración, que la ternura fluye a través de cada poro de tu cuerpo y tus ojos parecen arder al mirar ese ser.
- Dime Lau, ¿tienen alma los perros?
Como contestación, un suave ladrido, un empujón con su tierno hocico y un lametón que me hace reaccionar. Y me abandono a una carrera loca, a un dejarme rodar a su lado en una caída vertiginosa, un tanto peligrosa, a unas risas alegres que acompañan sus ladridos, a un sentir que todo se reduce a nosotros: Lau, mi imaginación y la naturaleza; hermoso conjunto, ellos son parte de mi y yo les pertenezco. Imagino que él volverá algún día a mí, su alma lo hará, envuelta en otro cuerpo. Será entonces una persona, a la que podré agarrar de la mano, con la que podré hablar, o no, ¡qué más da eso! Sólo tendré que mirarle a los ojos para reconocerle, sin palabras sabré que es él, mi compañero, mi alma amada...
Por entonces, allí abajo, en mi casa, había descubierto el desván. Subía a hurtadillas, cuando mi madre estaba entretenida, casi siempre, con alguna vecina que la acompañaba en sus tardes de costura. Cuando abría la puerta, la pequeña ventana ubicada en lo alto del techo inclinado, me devolvía una luz tenue que inflamaba mi imaginación. Las partículas de polvo flotaban en el ambiente construyendo caminos iluminados por donde penetraban mis fantasías.
Allí, rodeada de un pasado que no me pertenecía, aplacaba mi curiosidad incansable. Viejas cajas guardaban secretos que deseaba descubrir, eran muchas y yo no tenía prisa, saboreaba poco a poco cada uno de sus contenidos: libros, cartas, fotos amarilleadas por el paso del tiempo, con manchas de humedad que despedían un olor que yo adoraba.
- Es el olor del tiempo, Lau -relataba a mi incondicional amigo de entonces.
Descubrí, casi oculto por un pequeño armario, un espejo milagrosamente intacto, con un marco de madera algo carcomida. Un baúl situado cerca de la puerta, guardaba todo tipo de ropa usada que yo me ponía como disfraz de mis múltiples aventuras. Uno de mis favoritos era un vestido que debió ser azul y que el paso del tiempo había ajado dejando a penas el suave resto de su color. Siempre lo acompañaba con un chal blanquecino que colocaba sobre mi cabeza, rodeando mi carita ovalada. Esos viejos trapos eran para mi las mejores galas y con ellas me ensimismaba, dejándome arrastrar a un mundo de irrealidad que me mantenía enganchada durante horas. Me miraba al espejo que, cómplice de mis ensoñaciones, me devolvía la imagen que en cada instante deseaba ver. ¡Qué momentos tan dulces! ¡qué hermosa se veía la vida a través del viejo espejo!
Invariablemente hablaba con mi perro, que para esas ocasiones, adoptaba un cuerpo humano. Él era mi compañero de aventuras, el héroe al que yo admiraba, el que luchaba a mi lado, el que me ayudaba a entregar víveres a personas desamparadas, el que cruzaba conmigo ríos de lava, o esos otros de corrientes intensas, siempre en peligro y siempre vencedores.
Y al volver a la realidad, me encontraba con mi reflejo en el espejo. Algo desubicada aún, me acercaba a él y miraba fijamente esos enormes ojos que me miraban.
- ¿De qué color tengo los ojos? ¿por qué cambian?
Era una pregunta que nadie me contestaba y que yo, creyéndome sabedora del misterio, me respondía diciendo que poseía unos ojos cambiantes porque no eran otra cosa que un agujero por el que surgía, en cada momento, el color de mis sueños.
Mucho tiempo ha pasado de todo aquello... Visité mucho ese desván, a veces sola, otras en compañía. Ahora otras viejas cosas ocupan el lugar de aquellas, y un espejo que no es el mismo está presente, pero aún sigo mirando mis ojos, aún descubro el cambio, todavía me pregunto algo que nadie me ha contestado
- ¿De qué color son mis ojos?
Elu
sábado, 19 de junio de 2010
Abrazada a una sombra

miércoles, 16 de junio de 2010
Harta

martes, 15 de junio de 2010
Carta a una hija

lunes, 14 de junio de 2010
Contigo y sin ti

"Llega un momento en el que hablar o estar callado es algo parecido, por eso permanezco callado"- Cinema Paradiso
Contigo la suave caricia, el dulce despertar, la ilusión renovada cada amanecer.
Mirar al mismo punto, miradas cómplices, ojos brillantes, sonrisa perenne.
Besos sin tregua, susurros, pasión...
Contigo es sentir la vida y la esperanza cada nuevo día.
Sin ti las emociones del hoy no son más que las sensaciones inertes del ayer...
... la certeza de quererte sólo yo.
Elu
jueves, 10 de junio de 2010
Tras la cortina (Fin)


martes, 8 de junio de 2010
Mala costumbre

sábado, 5 de junio de 2010
La llamada

El que no sabe es como el que no ve.
viernes, 4 de junio de 2010
Tras la cortina (III)

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
jueves, 3 de junio de 2010
Tras la cortina (II)

"Esta es la caja. El cordero que quieres está dentro" - El principito
- ¿Cómo podré explicárselo? -pensó. Es aún un niño y el mejor amigo de Joan...
Caminaba con la mirada fija en la casa amarilla intentando vislumbrar desde el ajustado ángulo algún movimiento de la cortina de lo que ella sabía era la habitación principal. Nada, como casi siempre.
La calle estaba desierta, la mayoría estaría comiendo y hacía demasiado frío para que ni siquiera los niños con sus habituales juegos sabáticos la llenaran con sus gritos.
- Tengo que darme prisa o Xavi ya no estará en casa -se dijo. Seguro que Joan habrá venido a buscarle, sin que se entere la señora Asunción. Hay que ver... esta mujer nunca olvidará ni dará su brazo a torcer. Mira que intenta que su nieto no sea amigo de mi pequeño, pero le ha salido rana: es tan terco como su padre...
Iba tan absorta en sus pensamientos que casi pisa al gato negro que yacía muerto, seguramente atropellado por algún coche. "Pobrecillo, no le habrá dado tiempo a salir de debajo. Tengo que decir a Albert que lo retire antes de que Xavi lo vea, o tendremos drama para días"
- Hola cariño, vienes helada -saludó su marido. Xavi se ha ido ya con Joan, así que podrás contarme con detalle eso tan importante... Desde que me has llamado por teléfono no dejo de pensar que nos vas a meter en un buen lío.
- Bueno... me hubiera gustado que el niño estuviera también, pero igual es mejor que te ponga a ti en antecedentes y pensaremos cómo decírselo a él.
Imposible comer con el nudo que tenía en el estómago. Aceptó el café que su marido le ofreció, apartando el resto. No había nada más importante que lo que debía confesar a su marido...
- ¡Aquí! -gritó Xavi. Joan, hay una puerta... -susurró inmediatamente recordando que sus padres estarían en la casa.
Había una puerta de acceso y la llave estaba puesta.
- Mira que tu madre... dejar la llave puesta...
- Claro, ella está segura que nadie vendrá por aquí.
Y pasaron al otro lado...
Lo primero que vieron les dejó con los ojos extremadamente abiertos y sin palabras. El jardín de la casa amarilla, era de una belleza insospechada. El muro que lo rodeaba era algo más alto que el anterior y un camino de baldosas unía la puerta con la casa. Todo estaba cuidado, como el de Rosa, en contraste con lo que se veía de la casa, que no mejoraba en absoluto la imagen de la entrada principal.
- Vaya... tu madre debe cuidar también este jardín -dijo Joan decepcionado. Pero ni rastro de la nave...
- ¿Ves? Ya te lo decía yo... Ahora vámonos antes que mi madre nos pille.
- Espera... ¿qué eso que se ve un poco más adelante? En el suelo...
Joan echó a correr sin esperar a su amigo. El corazón le latía frenético e innumerables preguntas se iban agolpando en su mente mientras se acercaba.
- ¡Es Pipo! ¡Xavi! ¡Es Pipo!
Se dejó caer de rodillas junto al peluche, el perro que perdió hace años y que tanto le hacía recordar a sus padres. Y lloró con él abrazado mientras Xavi, de pie junto a él, no sabía qué decir para consolarlo... ni se imaginaba cómo había llegado Pipo hasta allí.
Ya no había naves espaciales en su mente, ni recordaba por qué estaba allí... Joan sólo podía pensar en que había encontrado a su peluche y le daba igual que su amigo dijera que era una nenaza, no podía controlar sus emociones.
Pero alguien más veía la escena... Alguien que se ocultaba tras la persiana ajada por el tiempo del primer piso.
Elu
miércoles, 2 de junio de 2010
Tras la cortina (I)

"Entra, sube, una vez aquí no podrán verte y poco tienes que ver"
- ¡Abuela! La casa amarilla llora.
- ¿Qué dices Joan? Un día, esa imaginación tuya te llevará demasiado lejos.
- ¿Lejos de ti yaya?
- Lejos de todo, ¡así que pon los pies en tierra!
Joan era un niño de nueve años con los ojos pequeños y de un intenso y vivaz azul. Un niño que se perdía en sus sueños, que no veía la televisión porque con sus libros y su pueblo ya tenía bastante para vivir sus propias aventuras. Vivía con su yaya Asunción que le relataba, a petición suya, la historia de sus padres que murieron en un trágico accidente cuando viajaban de vuelta a casa con un regalo para él.
- Yo no quería regalos, yaya... yo les quería a ellos.
- Anda Joan... pero si eras muy pequeño. ¿Cómo vas a acordarte? Además, sólo tienes que recordar a Pipo, nunca te separabas de él... aún tienes su fotografía en la mesilla de noche, aún la miras y pones carita de añoranza.
- Sí, y desapareció… como ellos.
- Siempre creí que alguno de tus amiguitos te lo cogió, era muy bonito y ellos muy envidiosos -la señora Asunción no sabía cómo lograr que el pequeño olvidara a sus progenitores.
- Da igual, ahora soy mayor para perritos de peluche. Por cierto abuela, ¿cuando tendré uno de verdad?
Ya se había liado. La buena mujer siempre terminaba en el mismo punto. Y es que ya era todos los días que Joan le pedía un perro y ella, poco amiga de animales domésticos, no sabía qué decir para quitárselo de la cabeza.
- Bueno... ya sabes que no puedo hacerme cargo de él, y tú estás mucho tiempo fuera entre el cole y las tareas. Por cierto, ¿has ido al forn? la comida está casi preparada y no te gusta comer pan del día anterior. Así que, anda, ve ya o cerrarán la panadería.
Joan miró a su abuela. Quiso decir algo, pero sabía que no era el momento de insistir. Siempre se ponía triste cuando hablaban de sus padres, y él sólo quería saber la verdad… Porque nunca se creyó la historia que le contó.
Era un frío sábado de Noviembre, de esos que muestran el invierno que parece permanecer al acecho para surgir mientras sopla al oído su "no te olvides, ya llego". La calle estaba solitaria, sólo los perros hambrientos pululaban por las esquinas y los gatos se escondían bajo los coches, más buscando el calor de unos motores aún tibios que escapando de los caninos poco dados a enfrentamientos.
- Qué malo es tener hambre -se dijo en alto Joan, al que sus tripas le avisaban que ya era la hora de darles su ración.
Y mientras, tras la cortina de la casa amarilla, alguien le veía caminar, alguien que se ocultaba tras los visillos, mudo testigo de esos ojos que aún no sabían, y que debían permanecer así.
Elu