Entre el vivir y el sobrevivir

domingo, 11 de julio de 2010

Diario de una Superviviente- Final




Desde esta altura todo parece sencillo. Dejarse vencer por el vértigo, lanzarse al vacío y permitir que la gravedad haga el resto. Pero sé que lo difícil no es dejarse vencer y acabar ahora mismo, dejar de sufrir, acabar con la lucha... lo realmente complicado es vivir.

Y yo elijo seguir viviendo.

Supongo que por eso me dicen que soy una superviviente, cuando soy yo quien sabe la única verdad. No lo soy, porque este vivir mío no será más que una muerte en vida, porque sin amor siento que lo único que hago es esperar la muerte, porque ya nada tiene sentido...

Es curioso, pero sé que nadie lo notará. La mayoría no mira más allá. Respiras, caminas, comes, duermes... por lo tanto, vives. Pero no es así para mí. Es mi cuerpo el que realiza las funciones, mecánicamente cuando esa parte de mi cerebro, donde se alojan los sentimientos, está muerta sin amor. Supongo que algún día todo dejará de funcionar, quién sabe, puede que lo que creamos la vida es la muerte y sea la muerte la verdadera vida.

"El mundo es un poco menos malo porque tú existes" Aún recuerdo cuánto lloré cuando vi la película de Isabel Coixet, Mi vida sin mí, y escuché aquella frase. A mí me la dijeron antes de que el film se estrenara, antes de haber llegado a esta ventana de un Hotel cualquiera, de una ciudad que pudo ser la mía, a una situación que me ha llegado de sorpresa...

... o no tanto.

- Tengo algo que decirte -me decía Francisco, todo serio, en aquella ocasión, con el mar de fondo, en la Costa Brava.

- Bueno... menudos preámbulos, ¿desde cuándo das tantos rodeos? Llevas toda la noche en círculos y yo, siguiéndote, estoy ya algo mareada -le contesté.

- Ya... perdona, a veces las palabras no son suficientes, además, ya sabes que yo soy más de acción...

- Bien, pues adelante, tengo un café, un cigarrillo y a ti. Estoy preparada.

- Sabes cuánto me costó decidirme a dar pasos contigo, ¿pero sabes por qué?

- ¿Porque asusto? -intentaba que se relajara y lo conseguí, sonrió algo aliviado.

- Pues sí, pero no era porque me parecieras exigente, ni porque tuviera miedo (que también) a un nuevo dolor. Era porque a tu lado sentía que todo era mejor, incluso yo, y me asustaba pensar que pudiera ser un espejismo...

- Bueno... ¿y cuándo decidiste que no lo era, que yo podía ser la persona? -la verdad es que andaba perdida, pero intentaba seguir su camino.

- Lo supe siempre, creo, pero estuve seguro el día que descubrí que mi perspectiva del mundo había cambiado, cuando me levanté una mañana y me di cuenta que el mundo era un poco menos malo porque tú existías. Puede que la debilidad me embargue de nuevo, puede que la vida nos depare circunstancias adversas, pero sé que siempre estarás a mi lado y aunque alguna vez me falles, no será con esa intención. Por eso siempre te digo que debemos hablarlo todo, no dejar cabos sueltos que puedan formar ovillos de dudas, por eso te digo que las palabras no son suficientes y, a veces, necesito más un abrazo tuyo, o un beso...

- Por eso, a veces, tengo que mirarte a los ojos para saber que los necesitas... recuerda también que no soy vidente, que no leo tu pensamiento...

- Lo sé, perdona mis silencios...

- Pues hoy te estás luciendo - y solté la carcajada nerviosa, me estaba empezando a impacientar, pero quién no esperaba un poco ante aquel corazón que era mío...

- Bueno... creo que ha llegado el momento de decirte que, aunque nunca fuera lo que quisimos, ahora me gustaría...

- Vamos, acaba ya que ¡voy a empezar a saltar en la silla!

Y me miró fijamente, con aquella expresión reflexiva que empezaba a conocer en él, la expresión de "vale, admito ironías, bromas, pero... yo tengo algo importante que decir"

- ¿Quieres casarte conmigo?


Y sí, la vida nos regaló un tiempo de felicidad antes de que la Sra. Muerte se lo llevara de mi lado dejando un vacío desgarrador.

Él me dejó la esperanza, a pesar de la pérdida. Logró de mí lo que nunca pensé poseer. Me hizo fuerte ante el dolor, me entregó un amor con mayúsculas y permitió que yo entregara lo que era... y aún más. Me dejó con la idea de que, quizás, podría tener otra oportunidad.

Cuando conocí a Roberto todo pareció posible. Veía en sus ojos, cuando me miraba, la ilusión y la certeza de que todo el pasado dejaba de tener importancia para él. Observaba su luz, su ternura, su pasión... y me decía que él también sentía que la vida podía ser mejor para ambos, porque existíamos y nos habíamos encontrado.

No sé cuándo dejó de ser así... Puede que el momento en que descubrí que su mundo era peor porque yo estaba en él, o cuando sus ataques sin control comenzaron a minar mis ganas de luchar. Quizás todo terminó con sus mentiras, o con sus "te quiero" inconsecuentes. No sé cuándo fue, pero lo que sí sé es que me alejó de su lado en beneficio de un futuro donde yo no tenía cabida.

Y aquí estoy, en el lugar en el que debimos estar juntos, sola, enfrentándome al final. Pero he de ser consecuente. Entonces, cuando comenzamos la relación, yo aún creía que podía existir esa persona con la que compartir un futuro siempre incierto, pero sabía que sería la última oportunidad que me regalaría. Así que ahora sobran los reproches, ni a él, ni a mí. ¿De qué sirve pensar que me equivoqué tanto con él? ¿De qué las lágrimas que no puedo dejar de derramar? Estoy triste porque él no supo valorarme, pero aún más porque no apreció lo que teníamos; siento el tremendo dolor de saber que lo que yo creí era el todo, no ha resultado más que la nada... en una relación en la que sólo he amado yo.

Bien, todo se acabó, él lo ha querido así, y ya no tiene sentido preguntarme el porqué de sus actos, ni sus mentiras, ni sus humillaciones. No se puede luchar por algo que ya se ha perdido, pero mucho menos por algo que nunca existió.

Hasta aquí llega mi vida de Superviviente, el camino que queda es largo y penoso, un mundo sin amor...


Vaya, ahora el teléfono, si no la dejan a una tranquila.

- Hola...¿Qué tal estás? -ay... no he de olvidar que aún tengo alguna amiga que se preocupa por mí.

- Bien, una zombi no siente ¿no?

- Déjate de tonterías, tú nunca serás eso...

No voy a discutir, la sensación que tengo es mía y no tiene por qué entenderla nadie más que yo.


Hoy firmo mi Diario por última vez...

... hoy, que ya dejé de ser una Superviviente.

FIN- Diario de una Superviviente


Elu

Porque tengo derecho a cambiarlo




Llevo desde el otro día pensando que no me gusta el final del blog. Si bien no cambiaría mucho de lo expuesto, sí que tengo en cuenta cuál era mi intención inicial al abrir la nueva etapa que supuso mi paso por este lugar.

Hace unos meses, cuando mi mundo se desmoronó, comencé un relato largo que se titulaba Diario de una Superviviente. Consistía en la historia de dos mujeres, ambas supervivientes, dos formas de enfrentarse a los hechos que le llevaron a tal situación. Parte de la primera historia la puse en mi otro lugar, y extractos de la siguiente, aquí. Por eso, y porque tengo todo el derecho a cambiar de forma, he decidido borrar el Fin y poner en su lugar el final de la segunda historia.

Agradezco a todos los que me han contestado por otros medios a Fin, ellos saben (aunque a algunos no les guste) que no volveré a escribir.

César, que no vaya a escribir no quiere decir que desaparezca de la red, si necesitas ayuda técnica ya sabes cómo ponerte en contacto conmigo. Y no, posiblemente nadie sea tan importante como para dejar de hacer lo que a una le gusta. La cuestión es que ya no encuentro sentido ni motivos para hacerlo. Es así de sencillo. Gracias por haber estado aquí.

Vida, te digo lo mismo que a César... y añado que siempre te leeré y animaré. Yo ya no tengo más que decir, quizás por eso dejo de exponer, es hora de pasar a las charlas con respuesta inmediata. Ya sabes dónde estaré...

... si logro volver del viaje que emprenderé mañana. Es un reto que me he propuesto, una situación de absoluta soledad, un viajar donde todo pudo ser. Será muy duro, pero lo hago totalmente consciente de lo que me espera. Por ahí me dicen que soy masoca y puede que tengan un pelín de razón. Pero es lo que hay.

Nos veremos por otros lares.

Un abrazo (para los que lo quieran)

Elu

lunes, 5 de julio de 2010

Hasta pronto




Ya casi tengo resueltos los temas que me han mantenido parada sin dejarme marchar. Hoy te escribo a ti, mi querida amiga, porque siento tu tristeza como propia, tu desesperación y esa pequeña soledad que parece anclarte en la espera de un todo con apariencia de nada.

Sigues esperando ver el final del arco iris... como si en él estuviera la clave de lo que ahora te hace sufrir, y no quieres aceptar la posibilidad de que al llegar, te encuentres con la nada. El arco iris es sólo un efecto luminoso, como seguramente todo lo que nos ha mantenido en la profundidad del pozo común.

Qué más da que desaparezcan engullidos por el silencio o que te escriban una carta con "te quieros", si al final todo resulta ser un espejismo.

Quien quiere no huye, ni se arroja a otros brazos que no sean los del ser amado, querer es ser tres y tener como prioridad esa tercera persona que surge con y por el amor. Querer es eso y más... o quizás sea tan sencillo como reconocer que ellos no quieren igual. ¿Y qué hacer cuando por fin asimilas el hecho? Te veo parada aún con esperanza y me gusta, en cierta forma, que sea así... no como yo, que ya he tirado la toalla. A ti aún te quedan posibilidades, a mí me las quitaron. Pero me duele ver que nada cambia el único hecho actual: él no está.

Y duelen sus rechazos, el silencio con que te contestan, el comprobar el poco valor que dan a lo que hubo, el inmenso vacío que sientes la mayor parte del día. Sí, duelen las dudas y las certezas, pero, y esto es lo más patético, lo que más duele es su ausencia.

Claro que, nena... aún es peor sentirse relegada por cualquiera insistiendo en su "querencia de ti". Ahí sí que te dices lo poco que ha significado lo que tuvisteis para él, lo mal valorada que has acabado. Eso es como para desmoronar a cualquiera o, como poco, dejarle con la autoestima por los suelos.

Pero ¿sabes?, al final nos queda la tranquilidad de haberlo intentado... al menos a mí, que ya he abandonado. Tú sigues y te deseo lo mejor. Te quiero mucho...

Este será mi último escrito en bastante tiempo. Me ausento, ya sabes por qué. Volveré seguramente con el cuerpo marcado y un parche más en el corazón... pero lo haré con la cabeza alta y sabiendo que mis palabras no se las lleva el viento, precisamente porque las digo con franqueza, coherencia y realidad.

Cuidate mucho... iba a decir en mi ausencia, pero ya sabes que siempre estoy para las personas que, como tú, tienen lo mejor que puedo ofrecer de mí...

... mi corazón.

Hasta siempre.

Elu

sábado, 3 de julio de 2010

Siguiente paso-Diario de una Superviviente




Llevo días pensándolo...

Voy a olvidarme que mi corazón está ocupado queriendo a alguien. ¿Qué digo olvidarme? Es que no le quiero, al menos no lo suficiente. Si me pongo a engañarme a mí misma vamos a hacerlo en serio.

Me voy a basar en dos realidades muy concretas: soy libre (mi corazón no cuenta) y siento una tremenda soledad que me produce una insoportable desesperación.

Bien, pues teniendo eso claro y sabiendo que he de poner remedio voy a trazar un plan.

Está claro que no puedo entregarme a un desconocido, por mucho que quisiera engañarme a tanto no llego, así que, después de mucho pensar, de descartar... he decidido que voy a elegir a Xabi. Él me quiere y me espera desde hace muchísimo tiempo, así que no me costará un gran esfuerzo convencerle (sutilmente). Eso sí, le dejaré claro que es una necesidad, que mejor lo tomamos como sexo, una forma de complacernos mutuamente: él lo desea, yo lo necesito.

No estoy segura de lo que quiero, igual no es eso, pero sí que preciso de unos brazos y un contacto que me hagan sentir, aunque sea por unos instantes, que soy querida, deseada, valorada... estoy segura que él lo logrará, la ternura ya me la ha demostrado con creces y el deseo... sólo hace falta mirarle a los ojos para comprobar que está dispuesto.

No voy a pensar en "el después", casi que mejor ni me entretengo en "el durante", aunque temo que me quede un cierto sentimiento de culpa lo desecharé: todo con tal de dejar de sentirme un desecho inservible. Además, todo se perdona si son actos dirigidos por la desesperación ¿o no?, al menos es comprensible.

Pues nada, voy a ir preparando el encuentro. Con suerte consigue que mi corazón deje de sentir y me deje llevar por la comodidad de lo seguro. El resto vendrá rodado, no será difícil vivir una vida de engaño si lo que me importa realmente es dejar de sufrir. Nada es más importante que librarme de todo lo que estoy pasando. Anda que... pensando en el futuro cuando me había prometido vivir el presente...

... a ver si no me va a resultar tan fácil como pensaba...

Sí, faltaría más, voy a centrarme en lo primordial, o sea, yo.

Elu- Extracto de Diario de una Superviviente

miércoles, 30 de junio de 2010

Llegó el momento




Pues sí, llevo desde ayer planeando mis escapadas y hace un momento, después de descubrir lo insospechado, me he decidido por fin...

Si bien mi vida se ha convertido en unas vacaciones continuas ha llegado el momento de cambiar de aires, visitar a gente que me espera, recibir y entregar abrazos y dejarme llevar por los sentimientos... eso sí que son vacaciones.

El ritmo del blog sufrirá un cambio, de ahí lo de "Ralentizado", aunque supongo que entre una y otra ausencia volveré por aquí en algún momento.

Os deseo a todos que paséis unos días, como poco, relajantes... o ¡qué demonios! seguro que alguien preferirá más movimiento, así que cada cual consiga las vacaciones que necesite o desee.

Hasta pronto... que seais felices.

Elu

martes, 29 de junio de 2010

Pomada- Diario de una superviviente




Nada nuevo bajo el sol... las historias se repiten.

A lo largo de la vida una va asumiendo. Acepta que la mayoría de los "te quiero" son de quita y pon, que las amistades no eran tales, que el amor, como las plantas, se marchita si no se riega, que los pollos y la carne desprenden cada vez más agua, que las pipas Facundo ya no son lo que eran. Una acepta y asume porque no queda otra para lograr sobrevivir.

Personalmente acepto el papel que, parece, me ha otorgado la vida. Debería cambiar mi nombre por el de Pomada, me va que ni pintado.

Me casé con alguien que me estrujó de tal manera que, cuando me di cuenta, estaba casi vacía. Durante un tiempo pensé que no iba a ser de nuevo yo... y nunca volví a serlo del todo. Se llevó consigo mis mejores años, mi mayor energía y me dejó la sensación de fracaso. No diré que me arrepiento de ello porque aprendí mucho, de todo se aprende y parece que desde entonces soy una aprendiz.

Mi siguiente "te quiero" de pacotilla fue uno que tenía una verborrea de mareo. Tanto me atontaba que pasé años hasta que me di cuenta de la trampa que suponía. Ahora lo recuerdo con diferentes disfraces, el que más se repite es el del Perro del Hortelano, con largas orejas y lengua y unas uñas de cuidado. Con él cambié varias veces el chip: cariño de amigos, amor de pareja, amistad preventiva... No es difícil adaptarse si una respeta los deseos del otro y tiene claro que le quiere. El problema es controlar emociones y, como buena Pomada que soy, sólo es necesario recordarlo para lograr el efecto deseado. Todo acabó cuando me di cuenta que por mucho que impregnara la relación, ni a amistad llegaba lo que estaba dispuesto a aportar. Así que corté por lo sano.

Una más...

De todo aquello aprendí mucho, aunque no llegaron a ser tantos años como los de mi matrimonio. Supongo que es la prueba de que la calidad es lo concluyente. Lo que más me ha quedado es la necesidad de franqueza. Prefiero que me digan "Mejor no nos vemos, no es por mí, es por tu bien... paso de ti como de la mierda pero como eres una buena Pomada te necesito cerca para posibles necesidades urgentes" a las tangentes por las que se salen los dotados en el teatro verbal. Basta ya de que me releguen a segundona cuando soy la actriz principal de mi historia.

Muchas veces me he preguntado dónde está el problema o dónde meto la pata en las relaciones. Con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que soy demasiado coherente y me entrego demasiado (si alguna vez se puede hablar de "demasiado" en una entrega) y, sobre todo, que los pocos que se atreven conmigo, se asustan enseguida. Sí, duran poco (menos que una vela encendida) y reculan a la primera de cambio. Podría haber aprendido a ser diferente, pero soy como soy y lo que nunca haré será cambiar o intentarlo, creo que no lograría mantener la ficción demasiado tiempo. No merece la pena el gasto de energía.

Si no fuera porque descubrí al hombre que supo mantenerse a mi lado, que me entregó y aceptó, con el que sentí que el amor se puede escribir con mayúsculas, creo que no sería ni superviviente ni podría seguir ejerciendo de Pomada... directamente me hubiera apeado del tren hace ya mucho tiempo.

Pero sigo aprendiendo y, como no, recibiendo palos...

... menos mal que he aprendido a utilizarme (como Pomada que soy) en mi propio beneficio.

Ahora voy a impregnarme un poco, antes de afrontar el nuevo reto de un día más. Ayer fueron francos conmigo y he de cambiar el chip. No más amor, sólo amistad. No un nuevo encuentro, me iré a Madrid a una comida y la consiguiente noche con el que me echa la bronca (y con razón). Luego prepararé la maleta y me iré a curar el corazón de ese que me quiere hace tanto tiempo, al que curo el corazón con mi compañía pero que no daría pasos por mí... Qué bonito es el amor contenido.

Eso sí, a ver si no me olvido de recargar de ungüento el depósito, no sea que no pueda ofrecerlo y me dejen en la estacada.

Si es que no escarmiento...

Elu- Extracto de Diario de una Superviviente

domingo, 27 de junio de 2010

Te regalo




Hoy me he levantado nostálgica y un pelín melancólica. Se me ha ocurrido escribir un correo a la vieja usanza, y lo he hecho... lo que no sé es si lo enviaré. A veces las palabras pierden el sentido sin unos ojos frente a los tuyos, sin el lenguaje no verbal. Seguramente mañana me arrepentiré y guardaré la carta en el baúl de lo que pudo ser.

Quisiera regalarte una sonrisa que te invitara a reír. Desearía ver la luz iluminando tu rostro y que tu corazón sintiera lo que un día (parece que hace siglos de ello), cuando todo parecía posible y el tiempo era nuestro.

Me gustaría regalarte algo que despertara la vida en ti, pero no se me ocurre nada más que unas manos llenas de ternura, una voz dispuesta y un corazón que te sueña. Es tan poco lo que puedo ofrecerte que ni siquiera estoy segura de que aceptaras el regalo. Y lo entiendo, no creas. No soy brillante, no sé formar espirales en las que atraerte sin remedio, no soy más que leves huellas de un caminar solitario.

Hoy te regalaría tu deseo más oculto, ese que ni siquiera quieres decir en alto. Te entregaría cada día que me queda de vida para compartir tus sueños, exorcizar tus demonios, ahuyentar tus fantasmas y conseguir que la calma sea tu compañera.

Te regalaría eso y más si fuera capaz de lograrlo...

Así que no me queda otro remedio que escribir en la pantalla lo mucho que te quiero. Ya ves, todo mi gozo metido en un pozo, y como, según dicen, lo que importa es la intención, hazte a la idea de todo lo que te entregaría...

... eso sí, esta vez tú pones la música.

Elu

viernes, 25 de junio de 2010

Y no estás...




No estás, y ni te lo imaginas...

Cómo podría decirte lo que hace un tiempo no me atrevo. Cómo descubrir este deseo que me quema y que controlo como puedo...

Anhelo sentir tus caricias recorriendo cada palmo de mi cuerpo, despacio, como aquella vez en que creí haber descubierto el cielo.

Estoy despierta, pero sueño... y cuanto más te pienso, más te deseo. Me gustaría escribir despacio en tu espalda palabras que tuvieras que descubrir, para borrar luego cada una con mis labios cálidos, o a pequeños mordicos, leves, apenas un suave roce.

"Despacio, mi amor, así es como te deseo"

Necesito tu cuerpo en un abrazo intenso, piel con piel, y nuestras bocas unidas en un beso.

Pero tú estás en otras cosas ahora, no quieres saber nada de todo esto. No sabes lo que daría por tenerte de nuevo. Hasta el alma entregaría, todo a cambio de cumplir este tonto e imperioso sueño.

Y mientras tanto tú ¿qué haces? me ignoras, sólo soy una voz que te llega lejana...

- ¿Quieres cenar, cariño? Podría hacerte unas hamburguesas con aros de cebolla y queso... o dorada al horno con base de patatas y verduras...

- Anda, haz lo que quieras, pero déjame ver el partido en paz.

Si es que así no puede ser, querido... luego te quejarás de que no estoy disponible cuando tú quieres.

¿Sabes? creo que te quedas sin cena y, si me apuras, sin sexo en muchos días.

Manda narices, que el maldito fútbol sea más importante que yo. Pues la llevas clara, chaval. A partir de ahora la vas a meter cuándo y como yo quiera. ¡Faltaría más!

¡Qué asco de hombres! ni se enteran ni lo desean. Me parece que a partir de ya mismo voy a sufrir de lo que siempre me negué a enarbolar como excusa. Sí, de jaqueca... ya veremos cuándo se me pasa.

Ale, me voy a dar una ducha fría y a mentalizarme de que quedan muchos días en dique seco, porque ¡ésta me la pagas!

Estás a tu bola, y no quieres ver lo que necesito...

... yo, ahora mismo, voy a olvidarlo. ¡A orgullosa no me gana nadie!

Elu

jueves, 24 de junio de 2010

Noche de San Juan




Aún tengo al lado la hoja blanca que anoche quise llenar de todo aquello que quiero eliminar de mi vida. No es que crea en esas cosas, pero por eso del "por si acaso" ayer me propuse escribir lo que desecharía y luego, según dicen para que surta efecto, quemarlo.

Mandé un sms de buenas noches y me puse a ello. Pero era incapaz de plasmarlo.

Por un momento me acordé de eso de "A todo cerdo le llega su San Martín", y me ensimismé pensando que la matanza del puerco comienza en esa fecha y de que cada vez que la escucho (o leo) decir a alguien siempre pienso algo como "Ah, ¿lo sabes por experiencia propia o lo dices por algún allegado?" Y me quedé bloqueada...

Como es habitual en mí, abracé mi oso de peluche (el que se llama como tú) y empecé a imaginar lo que, de seguro, sería más de una hoja que ardería en la hoguera con el título de "A eliminar de mi vida". Pero es que no se quedó ahí el tema, veía la silueta de personas que ardían, algunas con rostro, otros con sólo nombre... el olor a pollo chamuscado me llegaba tan fuerte que me asusté y decidí que no podía escribir sólo palabras como "paro, dolor, tristeza..." sin ser consecuente con mis verdaderos deseos. "¿Y si les pasara algo?- pensé" Así que decidí no plasmarlo, y me quedé abrazada a mi peluche pensando en lo que sí deseo en mi vida.

Noche mágica de San Juan, fiestas en mi lugar de nacimiento. Noche en la que añoré un abrazo que disipara la incertidumbre y me hiciera volar a otros lugares sin hogueras que destruyan lo que no quiero y concedieran lo que más añoro...

... un beso.

Elu


martes, 22 de junio de 2010

Y pasa el tiempo...




Esta mañana he salido a caminar. Como casi siempre, me he parado en la vieja casa del molino, a soñar. Bueno, sería más correcto decir que me paro a soñar con más tranquilidad, porque no dejo de hacerlo durante ningún momento del trayecto.

Hoy más que soñar recordaba y pensaba. Me reía de la copla que me enseñó ayer mi tía

Cuando paso por tu puerta
cojo pan y voy comiendo
para que no crea tu madre
que con verte me mantengo...

y pensaba que es verdad, que somos tan tontas que nos alimentamos con ver (de la forma que sea) al hombre que queremos. Como si eso de "contigo pan y cebolla" fuera ley.

- Yo me alimento de amor...

Cuántas veces he oído eso. Igual que lo de la cebolla... y luego me digo que manda narices el amor que tiene que sentir alguien porque el aliento que debe quedar me motiva a salir corriendo. Yo, que procuro siempre no comer ni ajo ni cebolla cuando voy a besar a "mi amado". Ains... si es que eso, junto a la música que nos muestran en las películas en el momento de los besos, el "y fueron felices y comieron perdices" (pobrecillas) nos hace desvirtuar de alguna forma la realidad...

Porque la mayoría de las veces el amor duele... o mejor dicho, duele la ausencia del ser amado. Eso sí, puedo asegurar que a mí me encanta escuchar según qué música cuando hay besos de amor (uy, perdón que me pierdo con el tema)

Pasa el tiempo y te das cuenta que has aprendido mucho, hasta reconoces esa paciencia que jamás creías tener. Pero un día él desaparece sin dar explicación alguna y se te cae el alma al suelo y se rompen todos los esquemas que, la mayoría de las veces, has creado a partir de sus palabras.

Se me ocurre pensar que ahora mismo debería pasar por delante de su puerta y nada de comer pan... se toca directamente al timbre y se le dice algo como "Dónde está ahora tanta palabrería vana, tanto censurar a los que no dan la cara..." Claro, luego está la versión corta que usaría mi amiga Hoyuelos, ella diría algo como "A ver, pusilámine, ¿vas a dar la cara o directamente te la rompo?" Nada como ir directa al grano... y reventarlo si es menester.

Ay señor... lo que hay que pasar por amor...

Diría que aún debería aprender algo más (vistos los resultados con más motivo) "No te guardes lo que sientes o piensas en beneficio de aquel que amas, mucho menos por miedo a que se asuste, se acojone, recule..." Al final, si te quiere aguantará mecha y aunque el resultado sea el mismo, no te quedarás con la sensación de haber callado para nada.

Y aquí estoy escribiendo sin haber comido aún, porque me preocupo y porque sé que lo peor es la desesperanza y el no haber aprendido a olvidarle. Debería ser una asignatura del cole ¿no creeis? "Técnicas para aprender a olvidar"

Bueno, pues ya lo dejo por hoy. Como os daréis cuenta no he sido muy dura con el género masculino, que luego me llaman feminista y cosas peores y no es plan. Dejo una canción que he elegido por el tema, en espera de poder dedicar alguna más alegre o... liberadora.

(Te quiero mucho, nunca se te olvide)

Elu


domingo, 20 de junio de 2010

Lau y el desván





El otro día pensaba en el guiño que iba a ponerte. De todo lo que hemos pasado en la vida no sabía muy bien qué elegir y me sorprendí recordando a una niña pequeña que corría nerviosa en círculos a mi alrededor.


- ¡Que tengo miedo, no te rías!


- Pero si no va a hacerte nada, es mi amigo y es bueno... -te contestaba yo entre sonrisas.


Siempre tuviste miedo a los perros, y ese es uno de los recuerdos que tengo contigo. Ya sé que hay muchos, seguramente más de uno saldrá en alguno de los relatos o divagaciones que ponga en éste mi reducto... Hoy voy a exponer algo que muchos ya han leído en otros lugares, pero que tú aún no conoces y puede que ni recuerdes: la memoria no abarca las mismas escenas o de igual manera para todos.


Espero que, al menos, lo disfrutes. Un abrazo de los pegajosos.

En ese momento en el que nuestra mente se niega a abandonar del todo el sueño arañando unos minutos a la consciencia, en el que nuestro cuerpo, perezoso, permanece aún sumido en esa especie de letargo, los dulces recuerdos me acompañan...

Una ladera de un verde intenso salpicada por los aterciopelados puntos blancos y amarillos de las flores que, alegres, la acompañan; rodeada de manzanos en flor, como un jardín de promesas prontas a entregarse, aún salvaje, sin haber sido horadada por la mano del hombre. Olor a tierra húmeda, al romero cercano que circunda las pequeñas rocas solitarias y extrañas en su entorno, y ese cielo de un tímido azul...El trinar de los pájaros completan la escena, aportando su estridente melodía a veces, y saltarina otras. Y en medio de todo ello está esa niña que fui.

A mis pies un pueblo que siento lejano, que se me antoja gris en comparación del estallido de colores que me rodea. Una casa, unas ventanas que me son familiares, que encierran otros momentos, otras vivencias... Pero ahora no estoy dispuesta a pensar en ello, no allí, donde me siento libre para fantasear, para sentir que soy parte de esa magia, como si yo fuera esa pequeña hormiga que arrastra esa semilla, o el pájaro que surca el aire, ese ...sí, ese que se aleja volando alto, sin duda buscando su nido en algún punto en lo alto de la montaña.

Una respiración agitada a mi lado me recuerda que no estoy sola, y desvío la mirada hacia ella. Sonrío, ¡qué maravilloso es comprobar que las palabras no son necesarias, a veces, y que esos ojos casi amarillos me miran expectantes!. Sentir que entiendes tanto como te entienden, que alguien te otorga ese cariño incondicional, esa casi adoración, que la ternura fluye a través de cada poro de tu cuerpo y tus ojos parecen arder al mirar ese ser.

- Dime Lau, ¿tienen alma los perros?

Como contestación, un suave ladrido, un empujón con su tierno hocico y un lametón que me hace reaccionar. Y me abandono a una carrera loca, a un dejarme rodar a su lado en una caída vertiginosa, un tanto peligrosa, a unas risas alegres que acompañan sus ladridos, a un sentir que todo se reduce a nosotros: Lau, mi imaginación y la naturaleza; hermoso conjunto, ellos son parte de mi y yo les pertenezco. Imagino que él volverá algún día a mí, su alma lo hará, envuelta en otro cuerpo. Será entonces una persona, a la que podré agarrar de la mano, con la que podré hablar, o no, ¡qué más da eso! Sólo tendré que mirarle a los ojos para reconocerle, sin palabras sabré que es él, mi compañero, mi alma amada...

Por entonces, allí abajo, en mi casa, había descubierto el desván. Subía a hurtadillas, cuando mi madre estaba entretenida, casi siempre, con alguna vecina que la acompañaba en sus tardes de costura. Cuando abría la puerta, la pequeña ventana ubicada en lo alto del techo inclinado, me devolvía una luz tenue que inflamaba mi imaginación. Las partículas de polvo flotaban en el ambiente construyendo caminos iluminados por donde penetraban mis fantasías.

Allí, rodeada de un pasado que no me pertenecía, aplacaba mi curiosidad incansable. Viejas cajas guardaban secretos que deseaba descubrir, eran muchas y yo no tenía prisa, saboreaba poco a poco cada uno de sus contenidos: libros, cartas, fotos amarilleadas por el paso del tiempo, con manchas de humedad que despedían un olor que yo adoraba.

- Es el olor del tiempo, Lau -relataba a mi incondicional amigo de entonces.

Descubrí, casi oculto por un pequeño armario, un espejo milagrosamente intacto, con un marco de madera algo carcomida. Un baúl situado cerca de la puerta, guardaba todo tipo de ropa usada que yo me ponía como disfraz de mis múltiples aventuras. Uno de mis favoritos era un vestido que debió ser azul y que el paso del tiempo había ajado dejando a penas el suave resto de su color. Siempre lo acompañaba con un chal blanquecino que colocaba sobre mi cabeza, rodeando mi carita ovalada. Esos viejos trapos eran para mi las mejores galas y con ellas me ensimismaba, dejándome arrastrar a un mundo de irrealidad que me mantenía enganchada durante horas. Me miraba al espejo que, cómplice de mis ensoñaciones, me devolvía la imagen que en cada instante deseaba ver. ¡Qué momentos tan dulces! ¡qué hermosa se veía la vida a través del viejo espejo!

Invariablemente hablaba con mi perro, que para esas ocasiones, adoptaba un cuerpo humano. Él era mi compañero de aventuras, el héroe al que yo admiraba, el que luchaba a mi lado, el que me ayudaba a entregar víveres a personas desamparadas, el que cruzaba conmigo ríos de lava, o esos otros de corrientes intensas, siempre en peligro y siempre vencedores.

Y al volver a la realidad, me encontraba con mi reflejo en el espejo. Algo desubicada aún, me acercaba a él y miraba fijamente esos enormes ojos que me miraban.

- ¿De qué color tengo los ojos? ¿por qué cambian?

Era una pregunta que nadie me contestaba y que yo, creyéndome sabedora del misterio, me respondía diciendo que poseía unos ojos cambiantes porque no eran otra cosa que un agujero por el que surgía, en cada momento, el color de mis sueños.

Mucho tiempo ha pasado de todo aquello... Visité mucho ese desván, a veces sola, otras en compañía. Ahora otras viejas cosas ocupan el lugar de aquellas, y un espejo que no es el mismo está presente, pero aún sigo mirando mis ojos, aún descubro el cambio, todavía me pregunto algo que nadie me ha contestado

- ¿De qué color son mis ojos?



Elu

sábado, 19 de junio de 2010

Abrazada a una sombra




Estoy difuminando tu imagen.

Ya no hay labios en tu rostro, esos que me acariciaban con la mayor ternura un momento antes de recorrer mi cuerpo que vibraba con su roce. No escucho tu voz ni los susurros cómplices.

He desdibujado tus ojos. No volveré a recordarlos con aquel brillo, sonrientes y diciendo sin palabras todo lo que sentías.

He decidido moldear el recuerdo de unos brazos que se abrían anhelando el encuentro, pero sin manos que me acaricien transmitiendo el deseo.

Borro el color para no sentir que aún tienes la misma piel que se fundía con la mía entre luces suaves, baño de aromas y placer inmenso.

Invento tu nuevo ser sin orejas que me escuchen, sin movimiento al que unirme en un baile de sensaciones. Te creo inmóvil, sin posibilidad de reacción que ahogue mis deseos.

Así te mantengo a mi lado, con este amor inmenso, lejos de todo lo que nos ha separado, a salvo de miedos y viejos fantasmas que dañan tu recuerdo.

Sí, así camino estos días...

... abrazada a la sombra de ti que nada ni nadie podrá negarme.

Elu

miércoles, 16 de junio de 2010

Harta




Pues sí, estoy harta...

Harta de las furgonetas que aparcan en doble fila, de los conductores que van pensando en vete tú a saber qué mientras la mujer va de copiloto y lo marea aún más... y claro, luego te atropellan y te lanzan metro y medio por los aires dejándote para el arrastre.

Estoy hasta las narices de las mamografías y el dolor que producen, a ver cuando inventan un aparatito igual y se lo aplican a los hombres, pero ahí abajo, no vayamos a confundirnos de bolas. Y para colmo, después del sufrimiento te avisan que te "ven algo" y tienes que esperar y desesperar para saber los resultados.

Estoy saciada de aguantarme lo que siento en beneficio de los que me están machacando, de ser empática y olvidarme de que si sigo así no podré serlo nunca más porque me habré muerto del asco.

Estoy jorobada por esperar lo que nunca llegará... mejor que me manden de una vez a la mierda, así, directamente, que este vivir a medias.

Me exasperan los que no tienen el detalle de responder a correos y sms. ¡Joder! seamos consecuentes, considerados, sensatos y adultos de una puñetera vez.

Me siento hastiada de ver como destroza a los que quiero la situación económica, de verles caer en depresión, de la desesperación... del sufrimiento.

Estoy harta, sí... de no poder pasar de algunos, ni aún cuando siento que me pisotean. ¡Qué cojones! en la próxima vida me pido ser insensible, a ser posible hombre.

Estoy enfadada por la dilación de los temas legales que me tienen atada de pies y manos sin poder dar los pasos que quiero.

Y no me voy a olvidar de mi mosca cojonera particular... ¡Estoy harta de que entre Iker a mirar no sé qué todos los días más de una vez! Anda, hazme el favor y desaparece de una vez ¡¡víbora!!

Tengo unas ganas irrefrenables de gritar, me repatea no hacerlo por ser tan bien educada y controlarme.

¡Estoy harta!

Elu

martes, 15 de junio de 2010

Carta a una hija




No sé muy bien cuándo leerás esto, aún eres muy pequeña y no quiero presuponer cómo serás cuando te conviertas en una mujer, pero hoy he decidido escribirte esta carta y guardarla hasta que llegue el momento adecuado para que la leas.

Llegará el día en que desearás tener una pareja, si ese día es hoy, cuando estés leyendo mi carta, hija mía quiero indicarte unas pautas. Ya, ya sé que no me harás mucho caso, que pensarás que no tiene por qué pasarte a ti, que cada una es como es... Seguramente sonreirás al leerme pensando que mis experiencias hablan por mí, y que yo, simplemente, he tenido mala suerte. Puede que sea así, sin embargo permíteme que te ponga sobreaviso de esos los llamados hombres...

Ten mucho cuidado con los que tengan una verborrea imparable, con los de verbo fácil y palabra suelta. Sobre todo con aquellos que vayan de sensibles... ¡ojo con los llamados escritores! En el momento que te suelten los "eres la mujer de mi vida" "llevo toda una vida esperándote" "te quiero, no sé cómo te quiero, pero no desaparezcas" huye despavorida sin mirar atrás. No te fíes nunca de las palabras, ni te dejes llevar por ellas, no son más que un encantamiento que te nubla la razón, no hay trampa más peligrosa. Cree en los hechos, y no en todos porque ni te imaginas la cantidad de comediantes y primeros actores que hay sueltos por el mundo.

Después de todo lo que te he dicho, pensarás que no hay que fiarse de ninguno... Pues no, de ninguno. No les des ninguna facilidad, si te quieren lucharán por ti. No te creas eso de que "se cosecha lo que se siembra", dales lo menos posible, sé egoísta y sutilmente despiadada. Sí, no pongas cara de sorpresa, hasta los denominados "buenos hombres" se quedan antes con las "malas" que con las "buenas". Y es que, como todo ser humano, los hombres son contradictorios, a pesar de tender a ser comodones, no son capaces de ver lo que tienen a su lado, siempre miran más allá y terminan muertos de amor por las que están lejos.

¿Sabes? voy a ser más tajante: nunca te enamores, sólo utilízales según conveniencia concediendo alguna pequeña tregua.

En cuanto a las amistades, ten siempre presente que tendrás muchos compañeros de viaje que estarán a tu lado mientras seas lo que necesitan: la que escucha, la que siempre tiene una palabra de consuelo, la alegre, la dispuesta... Muy pocos permanecerán en el momento en que te salgas de su camino marcado, si encuentras a alguien no lo pierdas.

Ya iba a terminar, pero no quiero que cometas mis errores, así que añadiré algo más: nunca dejes dinero sin darlo por perdido... Si tienes suerte lo recuperarás, pero si esperas devolución puede llegar el momento en que te traten como la mierda, como si fueras tú quien debe algo. ¡Maldito dinero! por él se pierden amigos (ya imaginarás que lo de amigos es un decir) y hasta familiares.

Seguramente me dejaré mucho más en el tintero... espero estar aún a tu lado para resolverte las dudas que te haya podido plantear esta carta, aunque estoy segura que lo que haremos será discutir. Eso sí, esperaré en la sombra para abrazarte cuando lleguen los desengaños o para reír a tu lado cuando seas feliz.

Mucha suerte en tu vida, cariño.

Fdo. Tu madre, sola y arruinada.

Elu

lunes, 14 de junio de 2010

Contigo y sin ti





"Llega un momento en el que hablar o estar callado es algo parecido, por eso permanezco callado"- Cinema Paradiso

Contigo la suave caricia, el dulce despertar, la ilusión renovada cada amanecer.


Mirar al mismo punto, miradas cómplices, ojos brillantes, sonrisa perenne.


Besos sin tregua, susurros, pasión...


Contigo es sentir la vida y la esperanza cada nuevo día.


Sin ti las emociones del hoy no son más que las sensaciones inertes del ayer...


... la certeza de quererte sólo yo.


Elu



jueves, 10 de junio de 2010

Tras la cortina (Fin)




No sabía qué hacer, ni que decir. Levantó la vista hacia el cielo plomizo de Noviembre y sintió las primeras gotas de una lluvia incipiente.

- Joan... debemos irnos, está empezando a llover.

Miquel intentaba levantar a su amigo que seguía arrodillado en el suelo abrazado a su peluche. Oyó unos pasos apresurados que le llegaban desde atrás y supo que ya era demasiado tarde, su madre les había pillado.

- ¿Qué demonios hacéis aquí? Venga, vamonos ahora mismo - Rosa no se había percatado aún de toda la escena.

- Sí, mamá... intento que Joan se levante...

La vieja puerta de la casa amarilla se abrió sin que nadie lo esperara dando paso al lento y dificultoso avance de una silla de ruedas.

- Joan...

Una suave voz llamaba al niño, y tres pares de ojos se clavaron en la persona que sonreía con la mirada fija en el niño que no soltó, ni en aquel instante, a su perro de peluche.

*

- Uno, dos, tres...

Rosa contaba por enésima vez las baldosas desgastadas que abarcaban su campo de visión. Llevaba horas esperando, sentada en aquella incómoda silla de hospital.

Después del accidente de sus amigos nada parecía tener lógica. La señora Asunción se había encerrado en casa con su nieto y se negaba a todo lo relacionado con el hospital.

- Vieja testaruda -se decía Rosa- algún día tendrá que aceptar lo que ha pasado. Ni siquiera ha ido al entierro...

Aparcó sus pensamientos al ver acercarse al médico.

- Dígame, doctor.

Supo entonces que la situación era complicada, en estado de coma, con respiración asistida y la columna destrozada, no había muchas esperanzas de vida.

Durante meses visitó la misma habitación. Los progresos fueron lentos y las secuelas del coma fueron, principalmente, amnesia y pérdida de coordinación. El futuro era incierto, pero le dieron esperanzas "Recordará poco a poco, aunque no volverá a caminar"

Por más que intentó convencer a la señora Asunción no logró nada de ella. Su marido fue el único que le ayudó a resolver los trámites legales, pero Joan era demasiado pequeño para involucrarle en una lucha que no tenía sentido: en las condiciones en que había quedado, al menos de momento, no habría forma de conseguir su custodia. Así que, con dificultad y después de discusiones nocturnas interminables con Albert, decidieron acondicionar la antigua panadería, propiedad de su familia.

- Está vieja, ya lo sé, pero lo importante es que podamos arreglarla para que resulte lo más confortable posible y, sobre todo, facilite la movilidad. No olvidemos que algún día podrá levantarse y la silla de ruedas es un problema -le convenció Albert.

Pasaron años hasta que recobró totalmente la memoria. De la desesperación por la pérdida de su cónyuge al descubrimiento del abandono de Asunción, no dejaba de pensar si podría defenderse y cuidar de un niño. ¿Cómo podría contarle lo que había pasado? Cayó en una profunda depresión en la que nada ni nadie le importaba, sólo quería dejar de sufrir...

Y un día Rosa llegó con Pipo en sus brazos. Lloró como nunca antes lo había hecho, abrazando al peluche que aún guardaba el olor a su hijo... y con cada lágrima derramada iba ganando un ápice de energía y la certeza de que, algún día, volvería a tener a Joan entre sus brazos.

Rosa mantenía al corriente de la situación a la señora Asunción, no porque ella pusiera interés, más bien para irla preparando para lo que era natural.

- Ha intentado mantener el secreto, Asunción, pero ha de reconocer que Joan tiene que saberlo. En cuanto esté mejor y se sienta con fuerzas para afrontarlo, todo saldrá a la luz. No tiene por qué perder a su nieto, píenselo bien...

- ¡No podrá cuidarlo! Joan es mi nieto y si tengo que ir a juicio lo haré, no se lo llevará de mi lado ¡eso jamás!

- No se empecine tanto -Rosa siempre procuraba mantener la calma, pero con esa señora era casi imposible- sabe que no ganaría nada sobre todo teniendo en cuenta que hay dinero suficiente para que contrate a alguien que ayude, además, siempre nos tendrá a nosotros. ¿Quiere, acaso, que sea su nieto quien decida?

Así era siempre. Volvía a la casa amarilla intentando no demostrar la exasperación e impotencia que la vieja le producía y la recibían aquellos ojos azules y tristes que, por un momento, guardaban una pequeña luz de esperanza... y siempre se apagaba en cuanto se cruzaban con los suyos.

Así fue siempre hasta cinco meses atrás. Se acercaba el cumpleaños de Joan.

- Va a cumplir nueve años, Rosa, esto tiene que acabar. Estoy en mi derecho y él debe saber que vivo...

Aquella noche Rosa habló con su marido y, por primera vez hace mucho tiempo, estuvieron de acuerdo en que había llegado el momento.

**

Joan guardaba una foto de sus padres escondida en su mesilla de noche entre las páginas del cuento o novela de turno. Lo hizo así desde el día que se dio cuenta que su abuela intentaba deshacerse de cualquier recuerdo de ellos.

- Pobre -pensaba siempre- le duele tanto su muerte que no se da cuenta que yo no quiero olvidarles. Si no tuviera su foto ya hace mucho que no recordaría sus caras.

Por eso, cuando oyó que una voz desconocida le llamaba levantó la vista y descubrió que ese rostro le era familiar. Entre las lágrimas que aún no habían cesado y la lluvia que comenzaba a empaparle la cara... se encontró con aquellos ojos azules que lo miraban con inmensa ternura a la espera de que él reaccionara.

- Yaya... mis ojos son iguales.

- Sí, pero en el resto eres clavadito a tu padre.

Joan dejó caer a Pipo inconscientemente, sorprendido pensó, por un momento, que la persona que tenía delante no era real. Se acercó algo vacilante mientras observaba la silla de ruedas y los brazos que se iban abriendo, aquellos que, a menudo, había soñado volver a encontrar en el abrazo que tanto añoraba y necesitaba.

- Mamá...

- Sí, Joan, soy yo... Ven...

La lluvia les concedió una tregua...

... y la vida una nueva oportunidad.

Elu


Partes anteriores


Tras la cortina (I)

Tras la cortina (II)

Tras la cortina (III)

martes, 8 de junio de 2010

Mala costumbre




Empieza a ser habitual levantarme cansada, no sé si reconocer que ya parece formar parte de mi ser... Pero no, no soy así.

Hace unos días una amiga me pasó una canción que si bien no me decía nada que no supiera, sí que me hizo recordar...

No sé exactamente en qué momento de mi vida (o quizás es que no quiera reconocerlo) esa niña tierna y espontánea que era se transformó en una aprendiza de mejillón. Puede que todo comenzara con mi búsqueda de los abrazos que no recibía, los rechazos del tipo "déjame no seas pesada, que no tengo tiempo para zalamerías" o tal vez aquellos momentos en los que me escondía bajo la sábana llorando y me consolaban con aquellos "eso son tonterías, ya verás cuando te hagas mayor". Cuando eres una niña no puedes ponerle nombre y apellidos a eso que sientes, y creces con la idea de que has de ser como los mayores o no te aceptarán.

El caso es que vas desarrollando una segunda piel, una coraza con la que te crees protegida. Pero no es así. Cierto que los demás no ven lo que hay dentro, pero no por ello dejas de sentir, todo lo contrario, en realidad lo que llevas dentro es un volcán a punto de estallar. Y así vas creciendo, puede que de mejillón llegues a ostra, o te quedes en el camino... o quizás algo ocurra en tu vida, algo que derrumbe todos los muros y te deje al descubierto, como desnuda, frente al mundo.

A mí me ocurrió. Perdí a la persona que más amaba, esa que muchos buscan sin encontrarla jamás. Cuando te pasa algo así, todo cambia. Aprendes que hay prioridades, aceptas qué es lo verdaderamente importante y el poco valor que puede llegar a tener el resto sin necesidad de pensarlo demasiado.

Desde ese día me quité la mala costumbre de callarme lo que sentía. Pero también aprendí que no sirve de nada decir un "te quiero" a alguien que no quiere escuchar. Que para amar hay que ser valiente. Que no es más valiente el que no tiene miedo sino aquel que sintiéndolo es capaz de continuar.

Sí, aprendí que no quiero que el tiempo me pille con la mochila llena de sentimientos marchitos, de palabras escritas en un papel. Ante todo he de ser consecuente, y si mi prioridad, si lo más importante para mí es el amor (en todas sus facetas) ¿por qué no recordar a quien quiero lo que siento? Pues bien, en ello estoy, aunque se hace difícil, como decía antes, demostrar (de palabra o hecho) un sentimiento a quien no lo desea.

Pero ese es otro tema...

Hoy me toca recordar que este peso que siento en el alma es sólo la consecuencia de todo lo que tengo que callar, y que, sin embargo, hay otras muchas personas que sí que aceptan y desean oír...

... a ellos: sabéis que os quiero.

Porque no quiero tener, nunca más, la mala costumbre...

Elu


sábado, 5 de junio de 2010

La llamada





El que no sabe es como el que no ve.

Tenía previsto poner el final de "Tras la cortina", tomarme con calma mi último día de medicación, fumar menos que ayer, sonreír a la esperanza... tenía planeadas algunas cosas y todo se ha ido al garete.

Parece mentira que no esté ya curada de espanto. Con la vida que me ha tocado por mochila y la cantidad de circunstancias adversas con las que he tenido que lidiar debería estar inmunizada, pero no estoy segura que alguna vez se consiga eso.

Esta mañana he recibido una llamada. Es raro que conteste a un número desconocido, pero he reconocido el prefijo y no he dudado mucho en descolgar.

- ¿Elu? -ha preguntado la voz al otro lado.

- Sí... soy yo.

- ¿Te suena de algo el nombre de Esmeralda?

- Pues no... -he mentido poniéndome en guardia de inmediato.

- ¿Y el de Arturo? -ha insistido.

Así ha comenzado la llamada más sorprendente desde hace muchos años.

Al contrario de lo que muchos opinan de mí, nunca doy por supuesto nada que no pueda comprobar. Sí, a veces elucubro demasiado, pero me gusta observar desde diferentes puntos el paisaje en 2D que muchos intentan mostrarme.

Esta vez no sé qué pensar... ni siquiera qué sentir.

Eso lo digo con la boca pequeña, porque hace unas horas he salido de casa como alma que lleva el diablo. Olvidando que no me encuentro en plena forma me he lanzado a una caminata rápida, sin tregua, que me ha dejado agotada, Durante el trayecto ha habido un momento que no sabía si lanzarme por el primer terraplén que encontrara, hacer una llamada exigiendo una explicación o desaparecer sin dejar rastro. Sabiendo mi tendencia anterior ésta última ha sido mi primera elección. Ahora, con más calma, espero que si Arturo lee esto tenga la valentía suficiente de llamarme y aclarar la situación en la que, sin comerlo ni beberlo, me ha colocado.

Una cree estar de vuelta de todo... pero una simple llamada le descubre un mundo nuevo e insospechado.

De momento voy a estar ausente una temporada del blog. Así que a los asiduos (sobre todo a los que nunca me dicen nada) comentarles que espero volver con energías renovadas, y agradecerles que hayan estado ahí. A los que me han comentado por otros medios... supongo que aún seguiré por allí.

Y a ti, que me leerás, a no ser que estés ya replegado porque te haya llamado también, sólo te diré que espero tu llamada.

Hasta pronto.

Elu

viernes, 4 de junio de 2010

Tras la cortina (III)





Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Pablo Neruda


Avanzaba la noche con paso lento y cansado. El sonido monótono del limpiaparabrisas, la lluvia insistente que les salía al encuentro... y Anna que dormía a su lado ajena a la tristeza que le embargaba...

Volvían de un viaje que se debían, después de todo lo soportado durante más de cinco años.

Era noche cerrada, llovía, y no pudo esquivar al camión que se les vino encima.


*


Miquel era hijo único en una familia de clase alta. Se hizo cargo de la empresa con tan sólo veinticinco años tras la muerte inesperada de su padre. Su madre quedó destrozada por la pérdida y desarrolló una entrega obsesiva con su hijo, hasta tal punto que controlaba cada uno de sus movimientos, cada amistad, cada pequeño malestar y el más mínimo cambio de expresión.

Después de los tres primeros años de angustias, quebraderos de cabeza y preocupación por la marcha del negocio, llegó el momento de calma. Todo marchaba bien y la vida volvía a presentarse con toda la gama de colores, no sólo el gris y azul del emblema de la fábrica.

Conoció a Anna en una comida de empresa, ella trabajaba de camarera en el restaurante al que fueron, así se pagaba sus estudios de empresariales. Podría decirse que fue amor a primera vista, si eso realmente existiera; ellos siempre lo consideraron así aunque él le recordara, a veces y con inmensa ternura, el tiempo que habían perdido mientras ella dejaba de lado su desconfianza, sus dudas, su miedo a no ser aceptada por la alta sociedad.

Y algo de eso hubo.

- Que te quede claro algo, muchachita. Nunca ¿me has entendido bien? ¡Nunca dejaré de estar contra ti! Eres una interesada que ha ido tras el dinero de mi hijo. Él está encandilado contigo, lo sé, es incapaz de ver más allá de la tontería que siempre hay al principio. Pero sé que algún día se dará cuenta... Mientras tanto, nada de familiaridades conmigo. Soy y seré siempre para ti la Señora Asunción. Y ahora ve y cuéntaselo a mi hijo, ponle en mi contra, no espero menos de ti.

A sus veinte años recién cumplidos, y una vida dedicada al estudio y el trabajo requerido para poder pagarlo, Anna era una muchacha más bien tímida. Educada por una familia de clase baja, le inculcaron la idea de diferencia de clases, de la inconveniencia de mezclarse con clases superiores que sólo traería problemas y un final, a todas luces, desfavorable para ella. Así que la conversación que mantuvo esa tarde con la madre de Miquel, la tomó como algo inevitable en el transcurso de lo que ella tendía a pensar sería su futuro: rechazo y, lo más probable, un final trágico para su historia de amor.

Nunca le contó nada a Miquel; los desplantes y exabruptos de su madre quedaban para los pocos momentos que tenían a solas... por su propio bien Anna se las ingeniaba para que fuera así.

Se casaron a los dos años y un año después nació Joan.

- Has tenido suerte, el niño se parece a su padre. No he cambiado de idea respecto a ti, pero el pequeño es mi nieto, y él no pagará tus culpas -de este modo la recibió en casa su suegra.

Anna consiguió convencer a su marido para que compraran una casa en un pueblo de la montaña, no tan lejos de la ciudad como para que fuera un inconveniente en su vida cotidiana, y lo suficiente como para lograr un distanciamiento con Asunción. A partir de entonces Miquel comenzó a descubrir el grado de rechazo de su madre por Anna. La situación llegó a ser insostenible cuando la señora decidió comprarse una casa en el mismo pueblo (odiando como odiaba todo lo que no era la ciudad, sus comodidades y, sobre todo, el lujo de su clase...)

Cada día que pasaba veía a Anna más triste. Sentía que ella lo intentaba con todas sus fuerzas, pero el carácter autoritario de su madre no ayudaba nada, por más que él habló con ella, por más que le dejó claro que no le hiciera elegir... nada cambiaba.

Así llegó el momento, cuando Joan tenía tres años, en que decidió hacer un viaje con su mujer para alejarla del entorno y decidir qué rumbo iban a tomar.

El viaje duró dos semanas en las que no faltaba un día en que Asunción les llamara con alguna excusa, casi siempre inverosímil o, como poco, irritante. Así que un día, Miquel decidió ponerle en antecedentes sobre la decisión que habían tomado: o se iba ella o serían ellos los que cambiarían de residencia.

Volvían del viaje una noche lluviosa, con un peluche en el maletero, un perro, para Joan. El niño manifestaba de todas las maneras posibles su deseo de tener uno como mascota, ese sería el sustituto hasta que se establecieran en su nueva casa, o se quedaran, definitivamente, en la que tenían.

Era noche cerrada, llovía y no pudo esquivar el camión que les venía encima...


**


Después del accidente, Asunción fue perdiendo poco a poco su status. Demasiado mayor y poco capaz para el negocio tuvo que venderlo a una multinacional por mucho menos dinero del que hubiera imaginado. Su idea inicial era volverse con el niño a la ciudad, sin embargo, se dio cuenta que ya no podría mantener el ritmo que le exigiría su antigua vida y allí, en aquel "lugar olvidado de Dios" podría controlar mejor a su nieto.

A su nieto y a la persona que viviría aislada e inexistente para el resto en la vieja casa amarilla.

No tuvo en cuenta que existía alguien a quien no había podido engañar, alguien que no permitió que jamás se acercara a la casa "o lo contaré todo".

Y un día, Rosa encontró a Pipo, el peluche que los padres de Joan le traían de su último viaje. No recordaba su intención inicial, pero sí que, una vez lo tuvo en sus manos, pensó que al niño se le olvidaría pronto la pérdida, era aún tan pequeño... Sin embargo, el peluche podría serlo todo para esa persona que se ocultaba tras la cortina, alguien que había perdido la esperanza y las pocas ganas de vivir que le quedaban se reducían al pequeño rectángulo de una ventana desde la que veía pasar, a ratos, a un niño de ojos pequeños y de un intenso color azul... como los suyos.

Elu

jueves, 3 de junio de 2010

Tras la cortina (II)





"Esta es la caja. El cordero que quieres está dentro" - El principito

Rosa cerró la panadería, como siempre, más tarde de la hora debida. Se enfrentó al cambio de temperatura con un temblor en las manos que sabía no cesaría hasta llegar a casa, cuando tuviera que enfrentarse con Albert, su marido, y, sobre todo, con Xavi.

- ¿Cómo podré explicárselo? -pensó. Es aún un niño y el mejor amigo de Joan...

Caminaba con la mirada fija en la casa amarilla intentando vislumbrar desde el ajustado ángulo algún movimiento de la cortina de lo que ella sabía era la habitación principal. Nada, como casi siempre.

La calle estaba desierta, la mayoría estaría comiendo y hacía demasiado frío para que ni siquiera los niños con sus habituales juegos sabáticos la llenaran con sus gritos.

- Tengo que darme prisa o Xavi ya no estará en casa -se dijo. Seguro que Joan habrá venido a buscarle, sin que se entere la señora Asunción. Hay que ver... esta mujer nunca olvidará ni dará su brazo a torcer. Mira que intenta que su nieto no sea amigo de mi pequeño, pero le ha salido rana: es tan terco como su padre...

Iba tan absorta en sus pensamientos que casi pisa al gato negro que yacía muerto, seguramente atropellado por algún coche. "Pobrecillo, no le habrá dado tiempo a salir de debajo. Tengo que decir a Albert que lo retire antes de que Xavi lo vea, o tendremos drama para días"

- Hola cariño, vienes helada -saludó su marido. Xavi se ha ido ya con Joan, así que podrás contarme con detalle eso tan importante... Desde que me has llamado por teléfono no dejo de pensar que nos vas a meter en un buen lío.

- Bueno... me hubiera gustado que el niño estuviera también, pero igual es mejor que te ponga a ti en antecedentes y pensaremos cómo decírselo a él.

Imposible comer con el nudo que tenía en el estómago. Aceptó el café que su marido le ofreció, apartando el resto. No había nada más importante que lo que debía confesar a su marido...


*

- Te he dicho que no, Joan, si mis padres salieran en ese momento nos caería una buena bronca. Esperemos a que sea un poco más de noche...

- Pero Xavi... Ya habíamos quedado ¿no? Tenemos que averiguar qué hay al otro lado del muro. Seguro que aún queda alguno, hace frío y no creo que se hayan vuelto desde anoche. Anda, no seas cobardica...

La noche anterior, los dos niños se habían reunido en el jardín de la casa de Xavi. Rosa lo cuidaba durante casi todas sus horas libres. Había días que ambos habían ido a buscarla y no la encontraron. Invariablemente, en esas ocasiones, ella alegaba que estaba en la parte del fondo o que había salido sin que ellos la vieran. Durante años la habían creído... pero ya hacía meses que se preguntaban si no estaría mintiendo.

- Joan, eres un exagerado, no puede ser que mi madre sea una extraterrestre. ¡Me habría dado cuenta!

- Ya, tú siempre chafándome las ideas. A ver... ¿no viste anoche la extraña luz que venía del fondo del jardín? Y cuando fuimos tu madre había desaparecido. Así que no me vengas con tonterías. Tenemos que ir a investigarlo.

- Mira que nos la jugamos... -Xavi no paraba de pensar en el castigo que podría asignarle su madre si fastidiaban alguna de sus plantas.

- Tendremos cuidado y si rompemos algo, lo quitamos y ya -Joan no estaba dispuesto a perder la oportunidad.

Xavi tenía una imaginación menos desbocada que Joan, al menos en lo que se refería al jardín de su madre, quizás porque creció (a diferencia de su amigo) con la prohibición calada hasta los huesos. Era el dominio de Rosa, su capricho y no permitía que nadie, ni su marido, lo pisara más allá de la fuente y los rosales que lo partían en dos zonas: la cercana a la casa y,como tal, parte de todos, y el resto, su pequeño mundo.

- Algo esconde en el fondo, Xavi, y tú opinas igual que yo. ¿Y si al otro lado del muro está la nave espacial?

- Al otro lado del muro está el jardín de la casa amarilla, Joan, y tú lo sabes.

- Por eso, en esa casa no vive nadie, estoy seguro que utiliza el jardín para algo.

- Pues ya me dirás cómo entra...

- No me vas a convencer, Xavi, ahí hay árboles suficientes, enredaderas y hiedras que tapan el muro. Tiene que haber algún pasadizo...

- Tu yaya tiene razón, esa imaginación tuya un día te va a dar un disgusto.

Pero Xavi siempre cedía ante la insistencia de Joan, en realidad a él también le picaba el gusanillo de la curiosidad, así que acompañó a su amigo hasta el lugar prohibido en una rápida carrera, rezando para que sus padres no los descubrieran "Como me quede sin ir al cine mañana, me las pagas, Joan"

El trayecto les resultó más largo de lo que era por el temor a ser descubiertos. Pero ya estaban allí, rebuscando entre los colores rojizos y ocres del otoño. Palpaban con las manos heladas el muro, cada uno en sentido contrario al otro "Acabaremos antes -había indicado Joan"

- ¡Aquí! -gritó Xavi. Joan, hay una puerta... -susurró inmediatamente recordando que sus padres estarían en la casa.

Había una puerta de acceso y la llave estaba puesta.

- Mira que tu madre... dejar la llave puesta...

- Claro, ella está segura que nadie vendrá por aquí.

Y pasaron al otro lado...

Lo primero que vieron les dejó con los ojos extremadamente abiertos y sin palabras. El jardín de la casa amarilla, era de una belleza insospechada. El muro que lo rodeaba era algo más alto que el anterior y un camino de baldosas unía la puerta con la casa. Todo estaba cuidado, como el de Rosa, en contraste con lo que se veía de la casa, que no mejoraba en absoluto la imagen de la entrada principal.

- Vaya... tu madre debe cuidar también este jardín -dijo Joan decepcionado. Pero ni rastro de la nave...

- ¿Ves? Ya te lo decía yo... Ahora vámonos antes que mi madre nos pille.

- Espera... ¿qué eso que se ve un poco más adelante? En el suelo...

Joan echó a correr sin esperar a su amigo. El corazón le latía frenético e innumerables preguntas se iban agolpando en su mente mientras se acercaba.

- ¡Es Pipo! ¡Xavi! ¡Es Pipo!

Se dejó caer de rodillas junto al peluche, el perro que perdió hace años y que tanto le hacía recordar a sus padres. Y lloró con él abrazado mientras Xavi, de pie junto a él, no sabía qué decir para consolarlo... ni se imaginaba cómo había llegado Pipo hasta allí.

Ya no había naves espaciales en su mente, ni recordaba por qué estaba allí... Joan sólo podía pensar en que había encontrado a su peluche y le daba igual que su amigo dijera que era una nenaza, no podía controlar sus emociones.

Pero alguien más veía la escena... Alguien que se ocultaba tras la persiana ajada por el tiempo del primer piso.

Elu

miércoles, 2 de junio de 2010

Tras la cortina (I)




Era un arco de imitación, de esos que parecen decir "quiero pero no puedo". Hubiera podido pasar como uno de piedra natural mirado desde una distancia prudencial si no hubiera sido por la sucia persiana metálica que lo ensalzaba hasta la más decadente mediocridad. La fachada no se libraba demasiado, los desconchados del lucido, apenas cubiertos por un tono vainilla dejaban traslucir la humedad que exudaba la casa... Una casa de ventanas pequeñas y portalón grande.

"Entra, sube, una vez aquí no podrán verte y poco tienes que ver"

- ¡Abuela! La casa amarilla llora.

- ¿Qué dices Joan? Un día, esa imaginación tuya te llevará demasiado lejos.

- ¿Lejos de ti yaya?

- Lejos de todo, ¡así que pon los pies en tierra!

Joan era un niño de nueve años con los ojos pequeños y de un intenso y vivaz azul. Un niño que se perdía en sus sueños, que no veía la televisión porque con sus libros y su pueblo ya tenía bastante para vivir sus propias aventuras. Vivía con su yaya Asunción que le relataba, a petición suya, la historia de sus padres que murieron en un trágico accidente cuando viajaban de vuelta a casa con un regalo para él.

- Yo no quería regalos, yaya... yo les quería a ellos.

- Anda Joan... pero si eras muy pequeño. ¿Cómo vas a acordarte? Además, sólo tienes que recordar a Pipo, nunca te separabas de él... aún tienes su fotografía en la mesilla de noche, aún la miras y pones carita de añoranza.

- Sí, y desapareció… como ellos.

- Siempre creí que alguno de tus amiguitos te lo cogió, era muy bonito y ellos muy envidiosos -la señora Asunción no sabía cómo lograr que el pequeño olvidara a sus progenitores.

- Da igual, ahora soy mayor para perritos de peluche. Por cierto abuela, ¿cuando tendré uno de verdad?

Ya se había liado. La buena mujer siempre terminaba en el mismo punto. Y es que ya era todos los días que Joan le pedía un perro y ella, poco amiga de animales domésticos, no sabía qué decir para quitárselo de la cabeza.

- Bueno... ya sabes que no puedo hacerme cargo de él, y tú estás mucho tiempo fuera entre el cole y las tareas. Por cierto, ¿has ido al forn? la comida está casi preparada y no te gusta comer pan del día anterior. Así que, anda, ve ya o cerrarán la panadería.

Joan miró a su abuela. Quiso decir algo, pero sabía que no era el momento de insistir. Siempre se ponía triste cuando hablaban de sus padres, y él sólo quería saber la verdad… Porque nunca se creyó la historia que le contó.

Era un frío sábado de Noviembre, de esos que muestran el invierno que parece permanecer al acecho para surgir mientras sopla al oído su "no te olvides, ya llego". La calle estaba solitaria, sólo los perros hambrientos pululaban por las esquinas y los gatos se escondían bajo los coches, más buscando el calor de unos motores aún tibios que escapando de los caninos poco dados a enfrentamientos.

- Qué malo es tener hambre -se dijo en alto Joan, al que sus tripas le avisaban que ya era la hora de darles su ración.

Y mientras, tras la cortina de la casa amarilla, alguien le veía caminar, alguien que se ocultaba tras los visillos, mudo testigo de esos ojos que aún no sabían, y que debían permanecer así.


Elu

lunes, 31 de mayo de 2010

La culpable




Algo se muere en el alma cuando un amigo se va...

Sé que ella será la partícipe de nuestra separación. Por más que he intentado evitarlo poniendo todo de mi parte es ya casi un hecho consumado: mañana te diré adiós.

No puedo olvidar tu ayuda en innumerables ocasiones, siempre a mi lado, formando parte de mí. Pero algo he debido hacer mal, seguro... y, claro, no puedo evitar pensar si es ella o soy yo la culpable de la despedida.

Pasa el tiempo y todo se deteriora, ¿cómo podría ser diferente en nuestro caso? Llevo todo el día pensando cuál pudo ser mi error, aunque sepa que ya nada puedo hacer, aunque sienta el dolor y el cansancio. Me he tenido que atiborrar de pastillas en previsión de lo que me espera y tengo la mente un tanto torpe y el cuerpo machacado.

Un pañuelo de silencio a la hora de partir...

Tú te irás con sangre fresca, entre sus manos, y yo me quedaré con el pañuelo, el sudor y las lágrimas. Después... no sé que será de mí, ni de ti: el tiempo pone todo en su lugar, dicen, espero que acierten y no te eche tanto de menos como ahora mismo vaticino.

O quizás no, últimamente sólo me dabas quebraderos de cabeza, dolor, rabia, impotencia... así es que no sé, igual es lo mejor, para mí seguro. Te has pasado mucho, reconócelo, con lo que te mimaba, te cuidaba, te quería, no me has dado más que sinsabores...

¡Qué coño de pañuelo! Mañana cantaré el aleluya en cuanto te arranquen de mi lado. Que sí, que estaré dolorida, que seguro que en unos días ni como... pero no veas qué liberación. ¡Por fin libre de ti!

El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar...

¡Ja! ¿Cómo que pequeño? Espero que se haga minúsculo de manera exponencial y que, cuanto antes, no me quede más que la inevitable huella de tu paso por mi vida. De cualquier modo me plantearé buscar una sustitución, esta vez elegiré con cuidado, no sea que me salga el tiro por la culata.

Por la culata no sé, pero que esta vez no pienso pagar un duro está claro...

... mañana, por fin, me sacan la asquerosa muela culpable de mi malestar en los últimos días.

¡Soy feliz! (Y estoy acojoná... espero que ella, la dentista, se porte bien)

Elu